Hablar la literatura: la unión que necesitamos



“En cualquier comunidad bastante grande y comunicativa, como una universidad, siempre existe el peligro de que aquellos que piensan igual graviten juntos en “camarillas”, donde de ahora en adelante encontrarán oposición solo en la forma castrada del rumor de que los forasteros dicen así y así. Los ausentes son fácilmente refutados, el dogmatismo complaciente prospera, y las diferencias de opinión son amargadas por la hostilidad del grupo. Cada grupo escucha no lo mejor, sino lo peor, que los otros grupos pueden decir”.

C. S. Lewis tiene razón (la cita es de 1942): lo peor que le puede pasar a cualquier comunidad, y la literatura panameña lo es, es que los grupos y gremios graviten juntos en camarillas que apenas tengan la más mínima interacción. Se nota la gran distancia que hay entre escritores, empezando por lo que es natural y básico en este oficio: leer.

Aquí no se lee casi nadie y casi nadie dice nada de lo que se escribe, pasando a vivir, como en la frase del irlandés, del rumor de lo que dicen los “forasteros”.

En un encuentro centroamericano de minificción me preguntaron por cuál es el reto de la literatura panameña para tener presencia internacional. Sin duda, el reto más grande es sentarse a conversar de literatura, a analizar la literatura que se escribe, a discutir la tradición, a escuchar las voces de los que escribieron, a ser críticos. Sin una mirada intencional a la hora de leer, poco podremos hacer a la hora de escribir.

Pero cuidado con los gremios que se parapetan tras sus lecturas rimbombantes para esconder sus carencias; ojo con los que canonizan a unos y destierran a otros; cuidado con estar prestando oídos a quienes prefieren una literatura nacional estática porque no se adaptan a nuevas voces, miradas, contextos e interpretaciones. Hay mucho hostil clásico, pero no caigamos en el otro extremo, el de una ultracontemporaneidad runcha y de dudosas lecturas. Sí, nuestra patria es nuestra biblioteca, pero a veces, casi siempre, a la patria hay que revisarle la letra.

Ser reconocidos fuera pasa por reconocernos dentro. Desde nuestras instituciones, pasando por la creación de verdaderos espacios para reflexionar sobre literatura (Ferias del Libro, Encuentros de Escritores, Festivales Literarios), necesitamos una renovación de la mirada crítica sobre nuestra circunstancia literaria. Y ya se nota en redes, artículos y conferencias esa “refutación en ausencia” de los otros grupos, se nota la falta de buscarnos para poner en claro lecturas y experiencias, lo que ha sido de siempre la vida literaria, la amistad literaria después del trabajo de escribir en soledad.

Siempre habrá quien no quiera hablar, que quiera vivir instalado en la amargura de su dogmatismo complaciente hecho de viejos logros, y eso forma parte de la vida en general, y en particular del arte, de la literatura. El “nosotros los lectores del Quijote” contra “ustedes los lectores de Condorito”, siempre lo habrá, y seguirán creyendo que la literatura y el ser escritor es algo tan limitado y minúsculo como su visión del mundo.

Por eso conviene la buena lectura, para evitar esos excesos atávicos que solo esconden una inmensa inseguridad artística y estética.

Recta final del año y toca plantearnos la unión que necesitamos. Unión que no es gremio, que no requiere de reglas, ni de dogmas ni normas, que pide escucha atenta, debate y reflexión, que se riega con lectura, que genera libertad para seguir caminando cada uno su senda (sin descuidar los viejos caminos), que se alegra por el triunfo del otro, que apoya, construye, pero que es firme en su perspectiva. Necesitamos un vuelco en la percepción que estamos teniendo de nuestra literatura.

La literatura de un país se mejora de manera individual. No hay grupo ni gremio literario que enmiende ninguna obra, que la mejore. Lo que sí hacen los grupos es encontrar motivos para la alegría en unos tragos amistosos después de una presentación, o en una cena en la que terminas recitando a tus poetas favoritos, o recordando tus peores lecturas y odiando a las innombrables vacas sagradas de la literatura patria, confesiones todas ellas que se calla la noche de amistad literaria. Esa es la unión que necesitamos: volver a hablar la literatura.

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