Serhiy Viktorovych Zhadan (1974) es ucraniano. Poeta, novelista, ensayista y traductor. Nominado para Premio Nobel de Literatura. Nació en Lugansk (en Dombás) y se graduó en la Universidad de Jarkóv, ciudad mártir de la guerra, donde reside. Zhadan ha traducido poesía del alemán, inglés, bielorruso y ruso. Sus propias obras han sido traducidas al alemán, inglés, polaco, serbio, croata, lituano, bielorruso, ruso y armenio.
Ante la brutalidad de la guerra, el escritor Zhadan prefiere expresarse sobre el rostro de una mujer y de un mundo colorido, aunque todos los caminos llevan a la muerte.
Nos manifiesta: “Hablemos del cielo en el ojo de una mujer. /El ojo muerto de una mujer/ en el que por la mañana quedan reflejados los pájaros que pasan volando/ y por las noches se reflejan las constelaciones del Norte./ Rojo por el calor del ocaso/arco iris por la lluvia matutina/ ojo que mira desde la perspectiva de la muerte /hablemos de él”.
La poesía de Zhadan me la presenta la artista y también poeta Lilia Cherniak, ucraniana radicada en Panamá hace tres décadas y muy activa contra la invasión y ocupación de Rusia en Ucrania.
Panamá y Ucrania son distantes en geografía: 11 mil kilómetros. Y de allá nos llegan noticias de tragedia. Muchos ciudadanos han muerto y millones –más de 10 de los 44 millones de habitantes– migran a lo interno o externo de esa nación ante los bombardeos de Rusia. Ciudades y huellas históricas son destruidas. Personas han huido o están desaparecidas. Muerte, destrucción, asedio.
“Yo soy simplemente una ucraniana que está muriendo con su pueblo”, admite Lilia. Desde el 24 de febrero, hace más de 70 días, se intensificó la zozobra, que empezó en 2014, hace 8 años, cuando Rusia se tomó el territorio ucraniano de Crimea y empezó el asedio a la región del Dombás.
Lilia, rusohablante y políglota, muestra su dolor ante la catástrofe imperante: “Mis sentimientos están congelados, muertos, aniquilados porque estoy viendo todo lo que sucede por la agresión de Rusia a Ucrania: masacres, muertes de niños, niñas, mujeres y voluntarios, así como la migración forzada”.
Ante los semejantes, exterioriza la poeta, te conviertes en una persona incómoda. Las personas tienen dificultad para abordarte sobre la calamidad. Cómo responder un “¿cómo estás?” cuando estás esperando cualquier noticia, hasta lo peor, de familiares y amigos que se sitúan y/o son residentes en ciudades que son bombardeadas y situadas.
“Un familiar te pregunta: ‘¿cómo pasaste la noche?’, y la pregunta y la respuesta pueden significar que estás vivo o no estás vivo. Y eso no es una metáfora, porque las metáforas se murieron”, expresa.
Jarkóv es víctima de la destrucción y con ella la historia de un paraje antiguo, con muchas universidades. En Mariúpol, se destruyó un teatro antiguo ruso, aunque se advertía en letras gigantes que era refugio de infantes y mujeres. Ni ese ruego importó para detener el bombardeo en una ciudad que empezó a gestarse en la Grecia Antigua, de cuyos pobladores se originó.
La alarma antiaérea está sonando y hay que bajar al refugio. La madre apareció a muchos kilómetros de distancia, adonde había huido, desde su residencia. Pero de su esposo desaparecido no hay detalles y se teme lo peor. Es el sobrino de la artista reportando desde Ucrania.


