Hace 10 años, el jurado del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de novela premió, con excelente criterio, una de las novelas quizás más importantes de estos últimos años: Hombres enlodados, que nos presenta la historia de Jota Jota, un adolescente de los 80 en Panamá que vive la incomprensión familiar, la intolerancia social y la incertidumbre vital ante su “Condición” (así en mayúsculas en la novela), ante su homosexualidad. Un retrato prodigioso de quienes fuimos, con momentos de gran lucidez literaria e inteligencia narrativa.
La novela no es un alegato, ni un panfleto disfrazado, ni una reivindicación. La novela de Javier Stanziola (Panamá, 1971) es sobre todo, una búsqueda, una suerte de iluminación, no sólo sobre el tema de la homosexualidad en Panamá, sino también sobre nuestra idiosincrasia, nuestra perspectiva de la propia historia: un excelente fresco de nuestra doble moral, de la vida secreta de los panameños.
Jota Jota (por Juan José) no sólo ve telenovelas venezolanas y mexicanas y disfruta de los concursos de belleza, es también un excelente lector -por parte de madre-, lo que le habilita como un incisivo crítico de su circunstancia, de lo que está pasando en Panamá por esas fechas. Estamos en la dictadura post-Torrijos, vivimos los días del “buen salto” de Paredes, asistimos a la crisis de esos años que nos llevan hasta el movimiento civilista y a la inminente Invasión por parte de Estados Unidos. Ese es el escenario general: un Panamá sumiéndose en el lodo de su desmoronamiento, muy bien construido por el autor, muy bien conectado para que la historia de Jota Jota y su familia fluya dentro del relato con la naturalidad y el equilibrio que tiene.
Diez años después, las miserias panameñas son las mismas: mala Educación, mala Salud, una ignorante credulidad en la “Historia” que nos han contado, poco apego a la Cultura. Quizás en este aspecto Javier Stanziola haya conseguido escribir un espejo al que haremos bien en mirarnos y comprobar dónde estamos exactamente, y eso convierte a esta novela en una de las que mejor retrata el alma de lo que fuimos y no conseguimos dejar atrás.
Los personajes femeninos son fundamentales: la Charito, la abuela, que saca de San Miguel a los suyos para situarlos en Calle 17 Río Abajo, jugadora de bingo y lotería, o la madre de Jota Jota, Marielo, manicurista, un personaje hermoso, que siembra en su hijo la lectura, que es el arma fundamental con la cual va a enfrentar su “Condición” y la ignorancia ante esta de su entorno, que lo capacita para hacerse preguntas, para no someterse a lo establecido. Una de las grandes enseñanzas de esta novela: el poder de la lectura.
El habla de la ciudad de Panamá, las comidas, los programas de la televisión, la música, los artistas, la política, los huecos en las calles, los tranques, las canitas al aire, el rol de la mujer, el machismo, la religión: todos estos elementos forman parte de ese gran fresco que dibuja Javier Stanziola para demostrarnos, sin ningún tipo de arrogancia intelectual o moral, ni siquiera vital, que estamos muy lejos de haber aprendido respeto por los demás, y lo mucho que nos falta dejar atrás para ser de verdad esa sociedad democrática y abierta que creemos ser.
Se nota la construcción teatral de la novela, sobre todo en los recursos que Stanziola usa para el diálogo y la construcción de las escenas. Ambas herramientas nos dibujan momentos hilarantes y profundamente emotivos (la escena de Año Nuevo, la del McDonald’s con Ana Cristina, la inauguración del salón de belleza), que hacen que la novela crezca y nos retenga.
Novela de insilios (cuando no sabíamos llamarlo así), novela de exilios vitales, novela de formación y de enfrentamiento contra lo establecido, Hombres enlodados debe formar parte de nuestros clásicos contemporáneos a fuerza de leerse y debatirse. Una novela hermosa e inteligente que no debemos dejar de leer, ni el resto de la obra de su autor, uno de los mejores de su generación. Quienes quieran saber cómo fuimos no hace mucho y no debemos seguir siendo ahora, esta es su novela: 10 años después, esta historia está más viva que nunca.