En su campaña de futuro dictador, Julio César despechó a su esposa, Pompeya, bella como un sol. Se divorció de ella por un incidente del que ella resultó víctima.
Puso Julio César por delante ser líder máximo a la lealtad ante su esposa, para lavar la imagen y abortar eventual suspicacia. Su argumento fue: “La mujer del César debe estar por encima de toda sospecha”. Ha pasado a la historia, bajo el dicho: “La mujer del César no solo debe ser honesta, sino parecerlo”. Que no fingir ni aparentar. En la punta de la lengua de famosos, con tono archimegamachista. ¡Y si fuera: El varón de Pompeya no solo debe ser honesto, sino parecerlo”.
Un patricio, Cladio, para admirar la belleza de Pompeya, espectacular, disfrazado de mujer concertista, invadió una fiesta exclusiva de mujeres.
Mujeres de las clases altas de la Antigua Roma republicana se reunían cada inicio de diciembre para celebrar los misteriosos ritos de Bona Dea, divinidad de la fertilidad. Celebraciones muy sensuales. Lo expreso con recato. Acceso prohibido a los varones. Hasta se cubría con velos las estatuas masculinas. Rodeadas por un halo de misticismo, asistían desde vírgenes hasta las esposas de los políticos más influyentes. La ocultación hacía volar la imaginación. Cómo pudiera ser un fiestón así en el Panamá 2023.
En el invierno del 62 a.C., las damas se congregaron en la mansión de Julio César, entonces pretor. Su madre, Aurelia, y Pompeya fueron las anfitrionas. La habitación decorada con hojas de viña. Vino abundante y comida a base de cerdo.
Se niega a mostrarse una flautista, y, recontra, no puede disimular su acento masculino: es Publio Clodio Pulcro. Aurelia, desde ya, suspende la fiesta. Roma se convierte en un hervidero: un intruso intenta violar a la esposa del todopoderoso. La capital del imperio también lo era del runrún: el varón más elegante y deseado, futuro mandamás, era afeminado. Pompeya despechada, Clodio absuelto y el divorciado marcha hacia Hispania, donde sería dictador, título sin la connotación negativa de hoy.
Victoria pírrica. Pirro de Epiro (318-272 a. C.).se enzarzó en batallas y guerras, matando a quienes habían sido sus aliados y conspirando con las tribus del sur de Grecia para reducirlas a su mandato.
“Todo su deseo eran las huestes y la cruda guerra”, escribió Plutarco en sus Vidas paralelas.
La ciudad de Argos, en el Peloponeso, amanece invadida. En su defensa, una pueblerina lanza una teja, que malhiere al general Pirro. Un soldado rival lo remata.
Muerte poco heroica la de Pirro. Ganaron los suyos, en victoria pírrica.
Craso error. Craso es término heredado de la forma latina crassus (grueso, gordo o grande). La expresión Crassus Errare, fallo o error sin explicación lógica. Expresión habitual que cobra impacto al relacionarse con el apellido de una personalidad destacada.
En el siglo I a.C., el militar Marco Licino Craso es uno de los hombres más poderosos de Roma, al constituir el triunvirato, junto a Cayo Julio César y Pompeyo Magno. En el 55 a.C., para igualar las gestas y la fama de sus dos cogobernantes, Marco Licino Craso invade Partia (noroeste de la actual Irán) y marcha a la cabeza de 35 000 soldados. Craso y sus tropas son masacrados por los guerreros partos en la batalla de Carras (53 a.C.). Pésima estrategia, craso error.
El autor es docente, periodista y filólogo