Desde hace mucho tiempo han corrido rumores y leyendas sobre una civilización “perdida” en las riberas del río Amazonas. Parte de estos relatos fueron los que alimentaron el mito de El Dorado.
El español Francisco de Orellana, quien descubrió el río considerado el más largo del mundo el 12 de febrero de 1542, contó sobre su encuentro con numerosos pueblos que vivían en sus orillas y la existencia de una rica ciudad de mujeres guerreras en lo profundo de la jungla. Su historia evocaba a las amazonas de la mitología griega, de donde derivó el nombre que los conquistadores le pusieron al río. Pero ¿era solo una leyenda?
Hallazgo
El pasado 11 de enero la revista Science dio a conocer el hallazgo de una red de ciudades prehispánicas en la Amazonía ecuatoriana. El descubrimiento, unido a otros ocurridos en las dos últimas décadas, ayuda a desbancar la idea por mucho tiempo dominante, de que la cuenca del Amazonas solo albergó en el pasado a culturas poco desarrolladas de cazadores-recolectores y poco más.
La red de asentamientos ubicados en el valle de Ulpano en Ecuador, fue descubierta gracias a la tecnología Lidar (Laser Imaging Detection and Ranging), un sistema que a través de pulsos laser permite detectar desde el aire estructuras que se hallan bajo la cubierta vegetal. Esto “está revolucionando nuestra comprensión del Amazonas en tiempos precolombinos”, señaló a la revista la arqueóloga Carla Jaimes Betancourt, de la Universidad de Bonn. La red de asentamientos urbanos tendría una edad aproximada de 2,500 años, siendo los más antiguos de la cuenca amazónica.
El arqueólogo francés Stéphen Rostain, director de investigación en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS), detectó las primeras pistas de esta civilización hace 25 años. En 2015, una compañía contratada por Ecuador empezó a utilizar la tecnología Lidar para indagar la magnitud del asentamiento, señala un despacho noticioso de la agencia AFP.
Las ciudades descubiertas presentan características urbanas avanzadas, con grandes calles rectas y una estructura en damero, comparables a las de Nueva York o Teotihuacán, añade la nota.
La gran ciudad de las amazonas
Según escribió en 1552 el cronista español Francisco López de Gómara, Orellana había ido en aquella primera expedición descubridora junto a Gonzalo Pizarro, hermano del conquistador del Perú, Francisco Pizarro, con otro objetivo: hallar el también mítico País de la Canela, una tierra donde debía abundar una de las especias más cotizadas entonces por los europeos.
Otro cronista, Gonzalo Fernández de Oviedo, alude a la versión de Orellana: “Aquellos indios que tan puntualmente hicieron relación de la grande riqueza que se ha dicho, decían así mesmo, que sobre la mano izquierda de la dicha sierra, donde se juntan dos ríos, hay una nación de amazonas o mujeres que no tienen maridos, y que en cierto tiempo del año van a ellas otra nación de hombres, e tienen con ellas comunicación, e se tornan después a su tierra; las cuales mujeres tienen mucho oro é plata”.
En expediciones posteriores por el Amazonas, nunca se logró encontrar a aquella nación de mujeres guerreras, ni las fabulosas ciudades en medio de la selva ni grandes poblados de numerosos y prósperos aborígenes asentados en las márgenes del gran río.
Más ciudades
El hallazgo del valle de Ulpano no es el único de años recientes. En 2022, se reportó el descubrimiento, en la Amazonía boliviana, de 11 asentamientos de más de 1,500 años de antigüedad, que pertenecerían a la llamada cultura Casarabe e incluían pirámides de 22 metros de altura y templos en forma de ‘u’, según lo detallado por la revista Nature.
Estos hallazgos también han reavivado las leyendas contemporáneas, más cercanas a teorías de la conspiración, sobre civilizaciones avanzadas y ciudades perdidas en el Amazonas, como Ratabaná o la “Ciudad perdida de Z” identificada así por el explorador británico Percy Fawcett, quien desapareció en su búsqueda en la selva brasileña de Mato Grosso en 1925.
El final de Orellana, originador de leyendas sobre fabulosas ciudades amazónicas, fue trágico y misterioso. Durante una segunda expedición en 1546, encontraría la muerte cerca del delta del gran río que descubrió, tras un ataque indígena. Hasta ahora no se conoce de la ubicación exacta de su tumba.


