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Los alemanes del Camerún

Los alemanes del Camerún
Sergio del Molino ha obtenido los premios Ojo Crítico y Tigre Juan con La hora violeta (2013) y después con el Premio Espasa gracias a Lugares fuera de sitio (2018). Cortesía/Alfaguara

Sergio del Molino (Madrid, 1979) leía, pensaba y no encontraba el hilo necesario. Lo dejaba por ratos con la confianza, o la resignación, de que ya vendría o no la historia que deseaba contar. A veces esta incertidumbre le molestaba y en otras le picaba en alguna parte del cuerpo y de la mente.

Después vino una imagen: dos hermanos (Eva y Fede Schuster) se encuentran en un cementerio alemán (en España) para darle el último adiós a Gabi, el mayor de los tres. Ese resorte le permitió encontrar su cauce narrativo.

Todos los artificios de la ficción los usa también en sus obras de no ficción, en esos libros híbridos que ha hecho antes como Lugares fuera de sitio (2018) o El hijo bastardo de las luces (2020). Esas técnicas las aplica igual si construye un discurso, un ensayo, una nota periodística para El País de España o en la literatura como fue el caso de Los alemanes por la cual ganó este 2024 el XXVII Premio Alfaguara de Novela, dotado de 175,000 dólares.

“Me dicen que escribo libros raros, que no son convencionales novelas al uso”, comenta este autor que venció a 799 manuscritos enviados de todas partes de Iberoamérica a este certamen cuyo jurado estuvo integrado por los escritores Sergio Ramírez, Laura Restrepo, Rosa Montero, Juan José Millás y Manuel Rivas.

Sí, a veces, lo diferente funciona.

Entre nosotros

Cádiz, 2 de mayo de 1916, Primera Guerra Mundial. Llegan al puerto dos barcos (Cataluña e Isla de Panay) con 627 alemanes provenientes de la colonia de Camerún, conquistada por los aliados en febrero de ese mismo año. No se rinden a sus enemigos, sino que se entregan a las autoridades españolas en Guinea.

Van a residir en Zaragoza, Alcalá de Henares y Pamplona. Nunca regresarán a su patria de origen, aunque, a su manera, descubren que uno nunca olvida de dónde es. Esa es la síntesis de Los alemanes, que llegará a las librerías del mundo castellano el 21 de marzo.

“Esos alemanes siguen entre nosotros. Se rastrean sus apellidos en sitios de España donde hay mucha presencia militar. Siguen el legado. Mantienen el orgullo muy a flor de piel”, comparte quien hizo reportajes sobre este tema y hasta colaboró en una exposición en Zaragoza con material prestado por los descendientes de esas familias.

Hay varios cementerios alemanes en España y varios son gestionados por la colonia de ese país en cada sector. “A los alemanes les gustan mucho los cementerios, hacen parques dentro de ellos. ‘¡Qué suerte, tengo una vista al cementerio!’, dijo una vez Bertolt Brecht. El cementerio de la novela es un sitio de reunión social de los vivos, cada sábado. Eso habla de la transmisión del legado en esa comunidad”.

Los alemanes del Camerún
Sus obras han aparecido en inglés, italiano, francés, griego, alemán y chino, y en más de quince países. Cortesía/Alfaguara

Los alemanes ofrece el equilibrio perfecto entre lo concreto de la realidad y los delirios de la imaginación. No le apetecía ubicarla en el ayer sino en el hoy. “Lo verdadero es el contexto histórico. Los personajes son ficticios, aunque todos provienen de una epopeya real, por lo que no hay dilema”.

Esta novela es sobre ese puente tambaleante que es la relación entre progenitores y sus retoños. “Los hijos no debemos heredar las culpas de nuestros padres. Es injusto que nos juzguen por lo que hicieron nuestros padres, aunque, lo quieras o no, cargas con esa clase de herencias. Uno puede negarse a una herencia monetaria, pero de esa otra no siempre puede huir. No tienes la culpa, pero tarde o temprano te va cayendo”.

Estos hijos de Sergio del Molino han sido educados desde el orgullo. “Ellos están convencidos que forman parte de un patriciado, algo que se han inventado sus adultos. Eso les mantiene la distancia con el resto del vulgo”.

Su novela está estructurada desde las voces de varios personajes. Son los miembros de una familia industrial alemana que hizo fortuna en España, aunque cuando el lector los conoce están en decadencia, en las últimas, ya que está por disolverse esa dinastía. “Algunos los concebí originalmente de forma más circunstancial, luego crecieron y se escribieron solos. Todos tenemos un hijo favorito. A mis padres les digo que yo lo sé y que no soy yo (ríe). Hay otros personajes que no me permitían entrar como Fede, que tiene mis peores rasgos, es un espejo y he purgado, es la parte ingrata y que menos me gusta de mí mismo, es un personaje desamparado y solo”.

Toda novela es un contacto cercano con la sociedad. “Vivimos una época en la que nos preocupa mucho la identidad, la construcción del yo. Paradójicamente hay señas de identidad que se han extinguido en buena medida. Los alemanes es sobre quiénes somos a través del pasado, de la conciencia de dónde venimos y qué hacemos con ese legado. Yo pertenezco a la generación española que nació en democracia y le echamos la culpa a los que vinieron antes de que no fueran capaces de hacer una sociedad como debe ser y que estamos pagando su narcisismo y ese reproche lo tienen los personajes de esta novela”.

Los alemanes tiene su propia banda sonora: la música del Romanticismo, en particular las obras vocales, las óperas, las sinfonías y la música sacra de Franz Schubert. “Forma parte de la educación y pasiones de algunos personajes al ser melómanos. Expresan su amor por Alemania a través de Schubert”.

Los alemanes del Camerún
Sergio del Molino: "Hace muchos libros que he superado la barrera del pudor" EFE

Las dos España

Sergio del Molino escribe para saber o para mirar donde otros esquivan o callan. Crea espejos para entender la realidad desde otra perspectiva. Lo hace también para ver qué refleja ese espejo: “me habla de aspectos que no son cómodos sobre mi identidad, mi familia, mi país. Planteo preguntas para pensar”.

Un día se puso a reflexionar sobre las migraciones de inicios del siglo XX y cómo se las ve en ocasiones tras la opaca luz de lo idílico. “La de los privilegiados e intelectuales de 1916, esos no despertaron desprecios ni racismos. La novela es sobre desarraigados que nunca sintieron el rechazo, ni la xenofobia, ni el dilema de ser aceptados. Los marginados de nuestro presente sí deben enfrentar todo eso”.

La España neutral de mediados de la década de 1910 es muy distinta a la de 2024. “Era intensa en corrupción y tenía esa decadencia previa a la Guerra Civil, hay una violencia política mayor, era una sociedad inestable, iba en ascenso el autoritarismo que dominará a Europa durante una parte del siglo XX. Era irrespirable. Esas familias alemanas forman parte de la historia de España, aunque ellos no quieran, aunque ellos sientan que esa historia no va con ellos”.

Están en España, pero en casa hablan alemán. En varios sectores de Alemania se les considera extranjeros por los pocos lazos concretos que tienen con ellos. Por lo que pasan a construirse un país ficticio en sus cabezas. “Se inventan una Alemania que no existe, pero tampoco viven en la España donde están viviendo. Ese es un desarraigo que está poco estudiado en España. Los alemanes de Camerún debieron irse en el 1919, pero echaron raíces y se quedaron en España”.

Cuando llega esa abominación que fue el Tercer Reich, muchos sienten que son derrotados de guerra como el siniestro Adolfo Hitler, quien tiene ese mismo resentimiento entre pecho y espalda. “Son muy permeables y muchos se vuelven nazis. Para ellos, el nacismo era la grandeza. Estamos hablando de una familia que está en mil pedazos, que ya viene reventada desde la Alemania de la Primera Guerra Mundial. Es una disgregación absoluta, no son complacientes con el concepto que tienen de familia”.


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