Los Fableman es la última película de Steven Spielberg, y cuenta la historia autobiográfica de su infancia, su familia y la pasión con el cine que lo acompaño desde los primeros años de su vida.
Ganadora del último Globo de Oro a mejor drama, y con dos horas y media de duración, la película es un slow burn que utiliza su primera mitad para introducir a los complejos personajes de la familia Fableman, al protagonista Sammy y las dinámicas que claramente marcaron la vida del director. Si bien estas dinámicas son fundamentales para entender a los personajes, durante el primer acto, la película brilla más cuando vemos la distintas facetas del amor de Sammy por el cine, desde su primera memoria en una sala de cines, hasta sus inicios como cineasta, descubriendo el poder casi mágico de una cámara para capturar y contar historias.
Sin embargo, es en la segunda mitad de la película que se desenvuelve, a través de los personajes, una historia sobre secretos familiares y la yuxtaposición de el amor por la familia y la pasión por el arte. Tanto Michelle Williams como Paul Dano, quienes dan vida a los padres de Sammy, presentan actuaciones comedidas pero personales y crean un entorno con el cual como audiencia podemos relacionarnos y entender las fuerzas que moldearon a Spielberg como artista y creador.
Este drama familiar es sumamente personal e intimo, tocando sensibilidades incómodas y secretos difíciles. Es verdaderamente impresionante que un director de la veteranía y la fama de Spielberg decida exponerse ante la audiencia de tal forma, tan avanzada su carrera. Habla del profundo compromiso que siente el renombrado director hacia su arte.
Es importante resaltar la breve pero poderosa aparición de Judd Hirsch como un tío distante de la familia, que con menos de 20 minutos en escena logra exponer de forma dramática los conflictos internos que moldean a nuestro protagonista. En la última escena de la película vemos un cameo de otro venerado director de cine, que garantiza que la audiencia saldrá de las salas esbozando una sonrisa.
Cuando se aborda una película de Spielberg es difícil contextualizarla en su filmografía, ya que hablamos de uno de los grandes cineastas de todos los tiempos. Sin embargo, es admirable que después de casi 50 años creando películas, todavía existen historias que se sienten como si Spielberg “necesitara contarlas”.


