La novela no es otra cosa que una historia contada con una capacidad de autonomía y persuasión que arrastra al lector hasta el desenlace, y en ese recorrido, pulsa sus emociones hasta llevarlo a la absoluta convicción de que lo “vivido” mientras se leía ha sido cierto, ha ocurrido.
Todas las novelas son mentira, todas, pero, como dice Mario Vargas Llosa, “cuando una novela nos da esa impresión de autosuficiencia, de haberse emancipado de la realidad ‘real’, de contener en sí misma todo lo que requiere para existir, ha alcanzado la máxima capacidad persuasiva”.
Ese milagro de “capacidad persuasiva” lo ha conseguido Moisés Pascual (Panamá, 1955), con su primera novela, Las tribulaciones de Johnny Bolas (2022), una sacudida al género tal y como se ha venido practicando en este país, y no por el tema, el tono o las facilonas comparaciones con escritores del “realismo sucio”, sino por la técnica que utiliza para contarnos la historia del joven Johnny Cienfuegos Torres, conocido por sus amigos como Johnny Bolas, por motivos que ustedes deben descubrir al leer esta profunda novela existencial.
Johnny Bolas sufre la pérdida de su novia y dos amigos en circunstancias confusas antes de terminar la secundaria, aunque lo cierto es que todo en la vida del protagonista es pura confusión existencial: la relación con su madre, las drogas, el sexo, la violencia, el desarraigo, el miedo: la vida de este joven no tiene esperanza y encima es “tutelado” por la presencia de Kurt Cobain, que planea por toda la novela.
De esa oscuridad densa, de esas atmósferas de pesadilla, de espiral hacia el infierno que salpica la vida de todos los personajes, ¿qué podemos encontrar?
Las tribulaciones de Johnny Bolas cuestiona la vida, no desde la mirada de los de abajo, sino que pone el foco en vidas de clase media-alta, gente que parece tenerlo todo, pero que también son presa del desgarro existencial, que se abisman en busca de respuestas por senderos oscuros, que viven perdidos como todo el mundo. Esta novela pone en perspectiva y derrota la ingenuidad de que el único objeto de reflexión existencial en literatura panameña es “el pueblo”, cuando ya nos enseñó Pedro Altamiranda que “Pueblo somos todos, aunque no todo el mundo es igual”.
Moisés Pascual, con un uso brillante de las metáforas, con imágenes de una belleza alucinante, consigue vomitar toda la bilis de la vida de unos personajes inolvidables y brutales, sacudiendo la mojigatería típica del lector medio, arrastrándolo hasta las cloacas de la existencia. No es “realismo sucio” lo que practica Pascual, es mucho más que eso, es poner la oscuridad y lo irracional en girones de belleza poética, en atmósferas asfixiantes a veces y redentoras en otras, para sumergir y liberar a su antojo al lector cautivo por la historia. Y todo aquí, en Panamá, con un lenguaje urbano llevado hasta el preciosismo más rakataka y festivo.
El uso de narradores que se disputan las escenas, que juegan a lo simultáneo, estereofónico y omnisciente, hacen que el lector se vea envuelto en la historia, atrapado por la tristeza profunda y la violencia desgarrada de unas situaciones que transforman las vidas de los protagonistas y la del lector: toda una lección de oficio narrativo.
Un prodigioso final, la escena de una fiesta y cómo termina, narrada con sabor tan panameño, hace que las lágrimas se salten por la belleza del ritmo y termine uno aplaudiendo el genio y la maestría ejercida sobre una novela que no les va a dejar indiferentes. Y no hablen de lectores con “criterio formado” para leerla: esa es una redundancia que solo esconde poco criterio y un sentido muy cursi de lo que es la buena literatura.
Una brillante novela, un hito literario, una lección de oficio narrativo, una mirada lúcida y penetrante sobre nuestra realidad. Moisés Pascual, el poeta y cuentista, ha conseguido el prodigio: que olvidemos todo lo que ha hecho antes y saludemos con algarabía festiva al novelista que arriesga, que se rehúsa a contar como todo el mundo cuenta, que escribe para hacer arte, que es consciente de que en este oficio solo vale el tiempo, el trabajo y el esfuerzo sostenido, el único camino hacia la belleza.