Cada cuadro viene primero a su mente completamente terminado. Por eso Nessim Bassan siempre lleva donde anotar para no olvidar esa primera imagen que puede aparecer casi en cualquier lugar.
Así vino la idea de Gota, el cuadro con el que ganó el premio de arte Xerox en 1971, un certamen que marcó a muchos artistas de la época. Ese año el segundo lugar fue para el artista Carlos Arboleda, autor de la icónica escultura la cabeza de Einstein en el barrio de El Cangrejo. Su cuadro minimalista asombró a un jurado que incluía a Thomas Messer, curador del museo Guggenheim de New York.
Poco después Bassan tuvo una exposición individual en Panarte, hoy Museo de Arte Contemporáneo. En 1973 fue invitado a exponer en la Organización de Estados Americanos en Washington; tenía 22 años. En esos momentos su carrera era descrita como “meteórica” por los periódicos. Para un joven talentoso como él había la posibilidad de estudiar arte en Estados Unidos, pero en una época y entorno de decisiones prácticas optó por llevar el negocio familiar y formar su propia familia.
Nunca dejó de pintar y de crear, cuenta en una entrevista que tiene lugar en su casa, donde las paredes están cubiertas de muchas de sus obras donde resalta el uso de blancos puros, de sombras que se convierten en color. Arte cinético y constructivo. En 1981 participó en la bienal de Sao Paulo y en 1991 ganó el segundo lugar de la bienal de arte pictórico de Panamá, entre otras participaciones, aunque más esporádicas, que tuvo en esos años.
Entre 2015 y 2017 fue comisionado para realizar el gran vitral de la Sinagoga Shevet Haim. Un reto que lo llevó a aprender del trabajo en vidrio y a viajar a una fábrica en indiana, Estados Unidos donde tienen unos hornos que no han sido apagados en 100 años. El vidrio fue cortado allá y enviado a Panamá donde se armó el vitral.
Un reencuentro importante ocurrió para el artista en 2018, durante una estancia en Venecia, junto a su esposa, compañera también de su vida artística, visitó el Museo de Guggenheim que exhibía una muestra del italiano Enrico Castellani (1930-2017), quien se caracterizó por obras de relieve, monocromáticas, con un uso del lienzo estirado creando formas y sombras. Bassan encontró en la pieza Superficie Bianca (1963) un parecido asombroso con su obra Gota.
Castellani nació 30 años antes, pero ambos artistas habrían pasado por procesos artísticos similares y obtenidos resultados parecidos. Tal observación renovó el interés del artista panameño en dedicar más tiempo al arte. Eso es lo que hace hoy, con una rutina que incluye visitar la sinagoga, ejercitarse y comer bien, crea arte desde muy temprano hasta que anochece. Su estudio es un taller donde trabaja con varias obras a la vez en las que predominan el papel, la cuerda y el cartón. Cada pieza está protegida por acrílico para su preservación de la humedad y otros elementos que pueden ir alterándola con el paso del tiempo, otro reto del artista.
En 2022 el Museo de Arte Contemporáneo en Panamá exhibió Los Mundos Inimaginables de lo Perfecto, en honor de los 50 años de la obra de Nessim Basam, muestra que luego viajaría por Centroamérica al Museo Nacional de la Identidad de Honduras, el Museo de Arte de El Salvador y el Museo de Arte Moderno Carlos Mérida en Guatemala. Bassan forma parte de los artistas de la galería Nohra Haime, en Nueva York. La galerista es reconocida por su aporte al panorama artístico contemporáneo.
Su obra está presente por estos días también en Italia. La Bienal de Venecia en conjunto con la fundación Venezia contemporánea invitó a un pintor judío (Nessim Bassan), uno musulmán, uno cristiano y a uno budista para que su obra estuviera reunida en un espacio, en este caso en la Storta situada en el gueto judío.
Al respecto comenta, “Me siento muy halagado de ser invitado a representar mi religión y el deseo de ser parte de esa paz”. En 2025 su obra será exhibida en el Museo de Arte de Querétaro, México y en el Museo de Arte Moderno, en Bogotá Colombia.
El arte es esencial en la vida humana, comenta Bassan, no solo como un medio de expresión, también como una herramienta vital para la introspección, el entendimiento y la conexión. “No puedo vivir sin esto”, admite con satisfacción.
Lo cautivador de las composiciones infinitas de Bassan reside en su habilidad para tejer ilusiones ópticas delicadas y refinadas, mostrando un equilibrio y una precisión visual excepcionales. Las matemáticas, aunque según él no le apasionan, son esenciales en su obra.
El arte de Bassan es una exploración constante del proceso creativo y una búsqueda de significado a través de la abstracción. Él considera que cada cuadro es una parte de un rompecabezas personal. Una forma de resolver cosas que nunca se van a terminar de resolver.