El resultado electoral de la última semana brinda una oportunidad para recordar la película “No” de Pablo Larraín del 2012. Nominada al Oscar de mejor película extranjera de 2012, y disponible para streaming en Netflix, “No” cuenta la historia del plebiscito chileno de 1988 donde el gobierno dictatorial de Pinochet sometió su continuidad en el poder al voto público.
Hecho histórico que jugó un papel indispensable en el derrocamiento de esta dictadura en 1990, dando paso a la democracia en Chile.
Liderada por la brillante actuación de Gael García Bernal como el protagonista René Saaverdra, “No” es una película que visualmente se ambienta en la época de sus hechos.
Filmada en el formato U-matic 3:4 de la época, utilizando cámaras de los 80, la película logra capturar la estética de la televisión chilena a finales de la década, haciendo que la acción filmada sea indistinguible del material histórico que nos muestra la película. Las imágenes “retro” son contrapuestas de forma inteligente con los avances tecnológicos que llegaron a Chile durante la segunda mitad del siglo XX, brindando un subtexto sutil sobre el progreso económico y tecnológico que trajo la dictadura, y que vino de la mano de la represión y la violencia.
Lo que distingue esta película de otras centradas alrededor de una disputa política, como “The ides of March” o “All the President’s Men”, es el enfoque marketiniano que se le da a la campaña política. La mezcla entre política y mercadeo, y el uso de la comunicación estratégica para llevar adelante ideas grandes, profundas y valiosas. Igualmente, la película no se enfoca en las atrocidades que cometió la dictadura de Pinochet, lo cual corresponde a la tónica que la campaña adversa a Pinochet adoptó ante esta dicotomía electoral. Esto hace que como audiencia, si no estamos familiarizados con la historia Chilena, puede que no dimensionamos la proeza casi sobrehumana que es derrocar a una dictadura con votos y sin violencia.
“No” es una película valiosa por la forma tan inspiradora en la que demuestra la importancia y el poder transformador de un proceso democrático para la sociedad, y a su vez la necesidad de un mensaje político claro y que ilusione. Se recalca muchas veces que no se trata de ignorar el sufrimiento y los males que hemos soportado, sino de “vender” un futuro esperanzador e inclusivo. Mirar hacia delante en vez de ahondar en un pasado que nos ha estremecido y nos divide. Se trata de abordar el futuro y las decisiones difíciles, incluso ante un panorama desolador, con optimismo y con la creencia de que se pueden hacer mejor las cosas.
Las recientes elecciones de Panamá, y el sorprendente resultado que se vivió a nivel legislativo, nos invitan a mirar el futuro con el optimismo político de “No”. La visión de un Panamá donde las cosas se pueden hacer bien, y como sociedad se pueden superar desafíos que nos han agobiado por generaciones. “No” nos demuestra el poder de una visión política inclusiva y convincente, convenciéndonos que un mejor futuro es posible, y en el proceso contándonos una historia digna de aplaudir, recordar e imitar.