Si usted está atento al devenir colombiano no debe petrificarse por los decires de Petro sobre Panamá, su versión de la historia, bien versión. Celebro que la Cancillería panameña, al menos en público, se quede quieta. En mi pueblo decían: a palabras necias, oídos sordos.
Nuestros hermanos de Colombia deben crear una nueva forma de petrología, además del estudio de la composición, formación y transformación de las rocas. Pueden incorporarse un capítulo sobre su versión de la historia de Panamá. Que no está durmiendo bien, que recomienda Chopra dormir bien, sobre todo si atiende un corcel galopante como nuestro vecino, del que no somos departamento, Gustavo. No sea que el ánima de un antecesor, el felipeño Tomás Herrera, le hale la pata. Tomás fundó la primera república panameña en 1840, señor Petro, y el Canal se inauguró en 1914. Verifique esas fechas.
Figuras colombianas fueron cruciales en la descolonización de Panamá. En el decir de Omar Torrijos, jefe de Estado negociador de los Tratados del Canal de 1977, EUA ayudó a Panamá a separarse de Colombia y Colombia de EUA.
El presidente Alfonso López Michelsen -ponga atención, Gustavo- y Torrijos idearon una estrategia que se convirtió en un vendaval político en el Bogotá de hace casi medio siglo. Para garantizar la negociación, Colombia se despojó (en forma temporal), en 1975 y por acuerdo, de los beneficios de tráfico por el canal consignados en el Tratado Hay-Bunnau Varilla, en proceso de anulación. El tratado de descolonización duraría hasta el último día de 1999.
Ratificados por tratados en 1977, Panamá y Colombia el acuerdo de Montería, que restituyó esos beneficios.
El embajador colombiano, Eduardo Burgos, nació y se crió en Montería, de una cuyas comunidades, Roldanillo, era el padre del general Torrijos.
López Michelsen le prestó gran atención al plan de transferencia del Canal y fue cofundador del Grupo Contadora. En el Golfo de Maracaibo, en zona internacional, se llevó a cabo una atípica reunión para finiquitar detalles del borrador de esos tratados (antes de agosto del 77, cuando se cerró la negociación). Allí estuvieron López Michelsen, Torrijos y Carlos Andrés Pérez, presidente de Venezuela.
Sea parte de esa historia, Petro. Entre nos, Panamá no es a Colombia lo que Taiwán a China. Y no se le ocurra emular a Putín, cuya operación especial, el hazmerreír, en la sufrida Ucrania completará el año y medio.
Nos parecemos mucho y hasta compartimos vocabulario, Ave María pues; raspao, chambón y bajreque, ñapa, chichipate, tanganazo, patacón, pataleta, tranque/trancón. Rafael Núñez, su antecesor, fue juez en David y rompecorazones. Fue novio de Manuela, hermana de Justo Arosemena; Concepción, sobrina de Tomás Herrera, y se casó con Dolores Gallego, mi antepasada. Dudas existen sobre cómo pudo casarse en segundas nupcias con la cartagenera Soledad Román.
Podrá hablar en el futuro con mejores argumentos si endereza su visión de esta fascinante historia. Con su mismo criterio, Colombia debe devolvernos nuestra ciudad ´pionera, Santa María la Antigua del Darién, en el Golfo de Urabá.
Hable con nuestro politólogo Carlos Guevara Mann, presidente de la Sociedad Boliviana, que concluye que sus decires son antibolivarianos.
Los resultados del Congreso Anfictiónico, de 1826, fortalecieron el proyecto bolivariano, basado en el respeto a la soberanía y la individualidad de los Estados que se confederan libremente en aras de fines superiores. Lo de Petro está en contravía, al manifestar hostilidad e irrespeto hacia Panamá, como lo sustenta el internacionalista.
El autor es docente, periodista y filólogo