César Villarreal tenía 17 años el 9 de enero de 1964. Era graduando de bachillerato en Ciencias del Instituto Nacional. Hoy acumula 76 años, es investigador científico, doctor en Biología con especialización en Fisiología Animal.
Jueves, penúltimo día de clases, César llega al santanero colegio a las 3 de la tarde. Había movimiento entre los dirigentes estudiantiles para marchar hacia el Colegio Superior de Balboa, centro educativo ícono de la Zona del Canal, en la comunidad de Balboa, enfrente del edificio de la Administración y bajo el mando de la Secretaría de Defensa de EUA. 20 minutos después de su llegada, Rogelio Hilton, presidente de la Asociación de Graduandos, le anunció que sería uno de los cuatro estudiantes que escoltarían el emblema nacional, junto con Luis Vergara, Alcibiades Picota e Inocencio García.
La misión: dirigirse a la Rectoría a solicitar prestado el emblema que reposaba en una estantería y encabezar la manifestación de 4 o 5 kilómetros, por la calle Gorgas, rodeando por el este y noroeste el Cerro Ancón e izarla en el patio del Colegio de Balboa.
“Defiéndanla con la vida”
El rector, Dídimo Ríos, aceptó el pedido y se dirigió a la estantería, y, en tono grave, recordó la historia de ese ejemplar: “Esta bandera es muy importante: se usó en las protestas de 1947 por el rechazo del Tratado Filós-Hines”. Mostró en el tejido la mancha de sangre de una de las víctimas, recuerda Villarreal.
Ríos remató: “Les dejo esta bandera y defiéndanla con la vida”. 58 años después, “aún retumban en mi mente aquellas palabras”, admite Villarreal, mientras baja la cabeza. “El impacto que causó en mí fue muy grande. Me sentí sumamente responsable”, adiciona.
Se calcula que marcharon 200 alumnos (de 15 a 18 años). La bandera presidía, acompañada del estandarte de la Asociación de Graduandos y una pancarta que rezaba: “Panamá es soberana en la Zona del Canal”.
Temor
Había temor en el recorrido. Las autoridades del Colegio de Balboa habían sido informadas de la marcha. Solo había dos precedentes de protestas en ese territorio controlado por EUA (en 1958 y 1959), siembra de banderas, con tensos y represivos desenlaces.
“Yo no creía que íbamos a llegar a Balboa”, reconoce. Dirigentes de la Federación de Estudiantes, durante la caminata, demandaban silencio, al paso frente al Hospital Gorgas y a no gritar consignas Castro-comunistas. Frente a la Casa del Gobernador, se detuvieron y cantaron el Himno Nacional.
Pasaron a un costado del edificio de la Administración y en la escalinata se tomaron una foto (80 posaron). Abajo, en el monumento dedicado al ingeniero Goethals, los esperaba un cordón policial. Dirigentes negociaron con el responsable policial, quien permitió el acceso al centro escolar de los 4 abanderados, a los que se sumaron 2 o 4 compañeros.
Agresividad
“Estaba el edificio rodeado de jóvenes y adultos zonians, muy agresivos contra nosotros”, señala. Había, además, policías con arreos de combate. Se estima que eran 2.000. En medio de la tensión, se oyó un grito: “Go home”. “Me indignó profundamente -reflexiona-: los invasores nos largan de nuestro territorio”.
Se acercan al mástil, donde izarían la bandera, al lado de la estadounidense. Y cantan “Alcanzamos por fin la victoria…”. Ni podían izar ni proseguir con el Himno. El ruido era ensordecedor. Se inicia una empujadera para expulsarlos. “Me golpeaban por la espalda con cachiporras de medio metro”. Aumenta el volumen de la gritería.
“Sentía una vergüenza enorme”
En ese momento, un policía (zoneíta) rompe la bandera. “Intentamos mantenerla unida, nos empujaban y tuvimos que volver hasta donde nos esperaban los compañeros”. A metros de monumento Goethals, una colega le preguntó a César: “¿Qué pasó?”. Le respondió, con mucha vergüenza: “Nos rompieron la bandera”. “Me sentía muy avergonzado. La vergüenza era enorme”.
Los adolescentes montaron en cólera. Por la calle Gorgas, retornaban corriendo hacia el Instituto Nacional. Policías de la Zona del Canal (estadounidense) los perseguían. Se oía las sirenas de los carros patrulla. Unos colegas intentaron, sin éxito, arrear y quemar la bandera estadounidense izada en el patio frontal del edificio de la Administración. Imposible: los hilos eran de metal y estaban protegidos con un candado.
Al regreso, a la altura de la residencia oficial del administrador, escuchó disparos. Anochecía (6/6:30): colegas rompían luminarias tirándoles piedras. Había protestas en la avenida contigua al Instituto, llamada 4 de Julio (en honor a EUA y hoy Avenida de los Mártires). “Vi a la entrada de calle J un auto incendiado y estaba por ser incendiado otro”.
“No podía entender cómo algo que acababa de ocurrir ya tenía a la ciudad enfurecida. Muchos años después, supe que la radio lo informó y jugó un papel fundamental”.
Chiari, grandioso
La bandera la vuelve a ver 5 días después cuando institutores la entregan al presidente Roberto Chiari. Esa bandera estuvo vagando y demoró mucho para que fuera resguardada. “En ninguna casa querían aceptarla”. En un canal de televisión, un interlocutor braveó: “Lárguense de aquí: ustedes son comunistas”.
La madre de un institutor la metió en una caja de zapatos y allí durmió hasta que fue entregada a Chiari. “Cuando la vi restaurada (en el Museo del Canal), sentí una gran alegría. Lo más grande que hemos podido hacer por nuestra enseña”.
César regresa dos después a su residencia. “Si llegaba antes, mi papá no me iba a dejar salir”. Durmió la primera noche en el Aula Máxima del Instituto Nacional, y, cuando al amanecer del 10 de enero, bajó a la entrada, se enteró que la noche anterior el presidente Chiari ordenó la ruptura de relaciones de Panamá con EUA. Y precisó que solo se reanudarían cuando EUA cambiara la relación contractual. “Chiari fue grandioso”, expresa César Villarreal.
A aquella agresión, que inició la policía zoneíta, se sumó en la noche el Ejército de EUA acantonado en bases militares en la Zona. Esa noche murieron diez compatriotas, incluso niños, y 200 resultaron heridos. El Hospital Santo Tomás no se dio a basto y pidió atención en otros hospitales.
Observaciones:
*En la Calle Gorgas, hoy se encuentran la Catedral Episcopal San Lucas, el Sindicato de Periodistas de Panamá, el Hospital Oncológico, el Minsa, la Morgue Judicial, el Palacio Gil Ponce (sede de la Corte Suprema) y la residencia oficial del Administrador de la ACP.
*El Tratado Filós-Hines, firmado por las cancilleres de Panamá y EUA, fue rechazado por la población, abanderada por los institutores, en diciembre de 1947. Se cree que la mancha de sangre de la bandera correspondía a una de las víctimas de esa lucha, Sebastián Tapia. Si se hubiera aprobado en la Asamblea, ese documento implicaba que EUA no desmantelaría 135 bases y sitios de defensa, en su mayoría instalados desde 1941 y en plena Segunda Guerra Mundial, donde era beligerante y el Canal era vía imprescindible en ese acontecer.
*Los presidentes Chiari y John Kennedy habían acordado que la bandera de Panamá ondearía, al lado de la estadounidense, en los barcos mientras estuvieran en aguas del Canal y en 17 edificaciones públicas. Cuando se inauguró el Puente de las Américas, en 1962, se aplicó ese acuerdo, contenido en un comunicado conjunto de ese año. En otros edificios, debía entrar en vigor el 1 de enero de 1964. Los institutores se enteraron en un diario local que zoneítas (gentilicio de residentes en la franja denominada Zona del Canal) impedían la construcción de una segunda asta en el Colegio Superior de Balboa y que no estaban dispuestos a permitir en ese predio la bandera panameña. Para honrar el trato de Kennedy, ratificado por el gobernador zoneíta, general Flemming.
*En aquella época, las clases concluían en enero. Los exámenes empezarían el 13 de enero. César estaba eximido en tres asignaturas y ya sabía que se graduaría. Con anillo, mención en el anuario y vestido para la fiesta. No hubo examen final para nadie ni fiesta. La graduación se celebró en febrero, en el Aula Máxima, en medio de un dolor nacional. La población era de poco más de un millón.
*En el epicentro de aquella gesta, hoy funciona el Centro de Capacitación Ascanio Arosemena, de la ACP, y en el punto de la bandera rota está la Llama Eterna, que honra a los 21 héroes caídos. Ascanio había sido institutor, era santanero y estudiaba en la Escuela Profesional Isabel Herrera de Obaldía. Recogió a un herido, cerca de la hoy DIJ, en Ancón, lo entregó para lo llevaran al hospital. Regresó a recoger otros heridos. Una bala de alto calibre segó fue vida. Fue el primer caído.