Señor, dales el descanso eterno. No los mudes del Paraíso. Merecido lo tienen estos héroes. Ellos ofrendaron su vida por una patria robusta, si bien los latrocidas la rumean sin asco.
El horror se apoderó de ellos cuando defendían una causa justa, esa sí, por la gloria de su terruño, por su dignidad y la de sus semejantes. Dales, Señor, el descanso eterno y que los ilumine, por siempre, esa luz perpetua.
Es la plegaria de todos los panameños, que, 59 años después de aquellas atrocidades, veneramos a ese puñado de compatriotas que saldó con su vida su amor por su bandera, en una lucha nunca tan desigual, frente a las tecnologías, vileza y entrenamiento del agresor.
Esa desventaja, Señor, debe ser una ventaja para que ellos descansen en tu reino, con la paz infinita que tú les proporcionas.
Ante ti, nos comprometemos a no olvidar estos nombres, dignos de tu Santidad: Maritza Ávila Alabarca, Ascanio Arosemena, Luis Bonilla, Teófilo de la Torre, José Del Cid Cobos, Gonzalo France, Víctor Garibaldo, José Enrique Gil, Víctor Iglesias, Rosa Elena Landecho, Carlos Lara, Emilio Lara, Gustavo Lara, Ezequiel Meneses, Ricardo Murgas, Alberto Nichols Constance, Etanislao Orobio, Jacinto Palacios, Ovidio Saldaña, Rodolfo Sánchez, Alberto Oriol Tejada y Celestino Villareta (o Villarreta).
Kyrie eleison, Christe eleison. Señor, apiádate de ellos. Cristo, ten piedad. No te distraigas con la porquería de la guerra esa de Putin: atiende nuestra súplica en favor de esos hermanos. De paso: a esos latrocidas, desde ya (a lo rubendarío), allánales el camino hacia el infierno de Dante y afines.
Nuestros héroes se sacrificaron por esta patria que busca tu perfección, pero que es tan imperfecta por la rapacidad de un puñado de humanoides mafiosos a quienes ni les importa ni Dios ni los retoños de ellos y menos sus semejantes. Son predadores contra los que tenemos que luchar sin cuartel y mirar hacia el 24.
Tinieblas merecen, en contraste, los mafiosos que deshonran tu majestad y se embolsan los recursos oficiales, o coimean con cucharón grande y deshonran, al tiempo, a los héroes que veneramos.
Nuestra patria, durante aquella gesta, albergaba, contra nuestra voluntad, tropas de Estados Unidos en la mitad del territorio, y reclamaba que nuestro pabellón ondeara en edificios públicos de la entonces Zona del Canal. Como la Escuela de Balboa. La gloria de nuestra bandera. Una petición justa, aunque nada más.
Ante esa demanda, explotó la saña con armas de grueso calibre, que, para justificarse, el poder gringo definió como aquellas asignadas para matar patos.
Conmemoremos en el campo feliz de la unión que esta fecha es de todos los panameños, no importa su opción ideológica, que de todo hay en su viña. Señor, perdona a quienes quieren apropiarse de la gesta. Cómo los encantan los monopolios y oligopolios, no solo medicamentosos.
Nuestros héroes, Señor, tienen un sitio especial en nuestros corazones y sabemos que los ángeles los abrigan en el Paraíso y que, con Lázaro y muchos otros santos, gozan del descanso eterno. De ellos también es el Paraíso.
El autor es docente, periodista y filólogo