En el Edén puso Dios al ser humano. Había provisto el paraíso de riquezas y de los minerales bajo el suelo. Había muchos árboles, había muchas aves.
Era una extensión grande el Edén, un parque con muchos árboles y otras plantas que embellecían el paisaje. Producían alimentos. Según el relato bíblico, se repobló el lugar de animales domésticos y criaturas voladoras de los cielos. Y también de bestias salvajes.
Se adicionó los ríos y sus aguas. Uno puede imaginar la existencia de mucho árbol frutal, guaba, aguacates, pomarrosa y mango. El clima era agradable, aunque cálido y no achicharronable.
Un río regaba el Edén y otro el jardín y el parque. Por un tiempo el lecho de uno de ellos se secó. Hubo cambió climático y se instaló Sarigua y otros desiertos.
Se afirma que, según algunos cronistas, ese ecosistema propiciaba vida eterna y no se conocía ni la enfermedad ni la muerte. Era un paraíso a secas ni fiscal ni de otra adjetivación.
Humanos nunca están conformes y, por más que buscaron, no hallaron la deidad del árbol de la vida y aspiraban obtener mayor bien y bienestar que el de aquel Edén. Querían auperar el Edén bíblico, y hubo quien les ofreció convertir en un paraíso no fiscal el pago de 77 mil kilómetros, con aguas cristalinas de los ríos, en que cada árbol de tarrantantán de millones fuese agradable a la vista; con un jardín con el árbol de la vida en medio y en la otra orilla del mar el árbol del conocimiento. Era tal el Edén ofrecido, con empleos, aves, aguas y frutos por doquier, que humanos desistieron de tentar la serpiente y contrataron a First Quantum, y se prometió exportar el modelo a ciudadelas y campos de Canadá.
Depredador cleptomaniaco
Un zorrillo tenía obsesión con las gallinas y todo aquello que fuera parte de la granja.
Los huevos eran su postre favorito, y se frotaba las manos porque no había ningún tipo de control que se lo impidiera. No solo se encargaba de los huevos, sino de las propias aves, y hasta de los genitales de los caballos.
Se las ingeniaba para encontrar gallineros y granjas mal protegidas. Hacía su agosto y se burlaba de todo el mundo. Imagínate un zorrillo a sus anchas en el gallinero.
Las gallinas estaban molestas, pero con sus mañas y experiencia mafiosa el zorrillo las amenazaba hasta con comérselas. Las gallinas estaban frustradas e indignadas, si bien no les quedaba otra opción que testimoniar el saqueo al que las tenía sometidas.
Con el pasar del tiempo, el dueño, que estaba distraído, adormecido y adormilado, se percató de que cada vez era menor la cantidad de gallinas y huevos.
Las gallinas estaban tan estresadas al punto que eran pocas las ponedoras.
Al enterarse las gallinas que el propietario desmontaría los gallineros, engañaron al zorrillo ofreciéndole todos los huevos, de una sola vez, pero no borraron las huelas de su presencia.
No encontró el dueño ningún huevo, pero sí vio las huellas, y se armó de una escopeta, que empuñó cuando el zorrillo intentó ingresar. El depredador hoy preside la colección de pieles del granjero.