Es un rosario aprendido reclamar el largo periodo de confinamiento sanitario para explicar el freno mayor de la economía local. Reflejado en una contracción de actividades cruciales de consumo, turismo y construcción. Cada día se rectifican los pronósticos de crecimiento anual. La Cepal pronosticó hasta 10% para este 22 de lamento, guerra y esperanza, pero en la corrección baja hasta el 5%. Frena, por favor.
En Latinoamérica, en la realidad y en el imaginario se trata de una economía con tradición de estabilidad, con la ventaja de que no se detienen los barcos, ni se decreta confinamiento, y el dólar es de curso legal desde hace 120 años con la república, a diferencia de las escaramuzas dolarizantes y fracasadas de vecinos audaces. En Panamá, en rigor, la decisión monetaria es instruida desde Washington, a 3 mil 400 kilómetros: la Reserva Federal.
La ACP no es el IDAAN. Usted paga primero para consumir ese montón de agua, que ni 10 mil elefantes beberían en cada tránsito. Atraviesan de 30 a 35 naves por día, y si es Panamax usted paga primero unos 350 mil dólares (no rublos) y si es NeoPanamax, $650 mil. Paga primero y después desperdicias esos 50 millones de galones. SOS: conviértelos en litros, que es la medida oficial. ¿Ya pagaste la factura del IDAAN o prefieres el agua del río?
Esa estabilidad es por la naturaleza de las actividades principales, las de servicios financieros y logísticos, en los que llevamos ventaja y se convierte en una oportunidad para afrontar estos desafíos de aceleración, cuando hay tendencia al enfriamiento, casi resfriado, con covid, jaleo geopolítico, neoguerra fría y tendencia inflacionaria y, paradoja, recesiva.
Nuestro crecimiento ha sido sostenido. Ese primer año de pandemia lo fue para la economía: se desplomó 17.9%, aún no nos reponemos, y aquel lodo trae estos polvos de hoy, con tasa de desempleo superior al 10% e informalidad de más de la mitad de la población económicamente activa. Dicho en reflexión folclórica: los barcos pasan, pero estamos para el tigre.
Alexander el ministro pronosticó que en el 24, cuando haga mutis, nos repondremos al nivel de 2019. Puede tener razón Alexander, pero tengo mis dudas –incluso existenciales– sobre el GobierNito.
En Club Unión, La Prensa, con salón repleto, nos invita a tomar café con Felipe Chapman y Domingo Latorraca, economistas. Resultados mixtos, unos positivos, otros negativos, pondera Felipe, y Domingo descorre cortina de oportunidades.
En tiempo de peste, nuevo invitado –e inquietante– inyecta al PIB 45% en su primer año: la minería. El PIB de Panamá es el más robusto de la región. Cada mañana hay que levantarse para saber si Chile no le sobrepasó, bromea Felipe.
Nuestro segundo socio comercial e inversor, Colombia –después de EUA–, amanece con presidente electo, por primera vez con giro a la izquierda nuestro vecino.
Petro, piedra en griego, reniega a su origen etimológico: ha prometido dejar quieto el petróleo (aceite de la piedra) y buscar fuentes de energía no petrolíferas ni petrificantes.
Sin refinería, consumo de combustible crece, no obstante su precio es alcista. En un año, se ha disparado la gasolina la mitad, y el diésel 83%. A más alto ingreso, más consumo de combustible. ¿Y no habrá congelamiento general del impuesto correspondiente?
Los sondeos virtuales de Domingo –los de su exjefa Mireya son de carne y hueso– indican que la esperanza de una mejora futura es del 67%, si bien debe planificarse a largo plazo, achicar sin choque la planilla estatal y buscar solución al hoyo negro de la CSS. “El Estado va a terminar pagándolo con deuda que contraerá”, pronostica.

