La costa del Pacífico panameño tiene un encanto particular con sus playas infinitas de oleaje intenso y los inolvidables atardeceres que pintan de multicolores el cielo, además del relajante sonido del mar.
Cómo disfrutar de la playa depende de cada quien. Algunos prefieren ir a un hotel o restaurante a orillas del mar, disfrutando de la música y el baile. Otros buscan un ambiente más tranquilo para apreciar la naturaleza y sus encantos. Lo maravilloso de Panamá es que hay espacio para todos los gustos.
En esta ocasión, presentamos un lugar especial para ese segundo tipo de público: Playa Grande en Coclé. Aunque es conocida por muchos turistas, no es muy frecuentada, quizás debido a lo que puede ser parte de su encanto o, como oportunidad de mejora, la falta de servicios para los turistas.
Desde la perspectiva de quien les escribe, resulta beneficioso encontrar espacios tranquilos donde puedes recostarte a la sombra de un árbol y consumir lo que lleves o adquieras en los locales cercanos, siempre apoyando al turismo local.
Playa grande
Pero hablemos de esta playa. Llegar es sencillo; cuando vas transitando por la vía Interamericana, un kilómetro después de la salida hacia el Valle de Antón, encontrarás a mano izquierda un arco que indica Playa Grande. Tiene su cruce debidamente marcado en la vía, por lo que solo debes ingresar al camino y recorrerlo hasta el final.
Antiguamente, debías dejar el carro unos metros antes de la playa; sin embargo, habilitaron un pedazo adicional del camino para que dejes el vehículo cerca de la arena.
Uno de los puntos más icónicos de esta playa es la especie de túnel vegetal que da la bienvenida al turista. Son unos metros que desembocan en un hermoso paisaje donde la vegetación se mezcla con la playa.
Adentrarse en Playa Grande es como descubrir un santuario natural lejos del bullicio cotidiano. La extensa playa, bordeada por majestuosos árboles que ofrecen sombra y paz crea un ambiente perfecto para aquellos que buscan escapar del ajetreo urbano. La ausencia de servicios turísticos convencionales se convierte en un regalo, permitiendo a los visitantes sumergirse completamente en la serenidad del entorno.
Solitaria
En nuestro último viaje, una semana atrás, llegamos alrededor de las 10 a.m. y éramos los únicos bañistas en la zona. Pudimos acomodarnos debajo de uno de los árboles que se encuentran en la arena, que son muchos, y que además brindan sombra a algunos barcos de pescadores.
Para nosotros, es un sitio ideal para llevar a nuestras mascotas, pues además hay arena interminable para jugar a la pelota o perseguir un palo, sin molestar a ningún otro bañista.
A horas del mediodía, solo éramos unos tres grupos en la playa. La música que sonaba provenía de una de las familias y estaba a un volumen que no molestaba a los demás.
Sería después de las 3 p.m. cuando el sol bajó su intensidad, que más grupos de personas comenzaron a llegar para ver el atardecer. No serían más de 20 personas en total, lo que, en un espacio tan grande, permitía que cada quien tuviera su zona de disfrute.
Al retirarnos, la playa nos despidió como la recibimos: sin basura. Todos los que asistían eran conscientes del paraíso del que estaban disfrutando y al igual que usted, amigo lector, si decide ir a este maravilloso lugar, tenga la amabilidad de llevarse toda la basura que pueda generar.
Sin duda, al igual que lo hago desde hace cerca de 10 años, espero con ansias volver a ese rincón de paz.