Chile votó por la unidad nacional, al rechazar a principios de mes el proyecto de nueva Constitución por margen contundente, del 62% de los sufragantes. “Fue una reacción ciudadana no violenta, no prevista, pero notable”, sustenta Ricardo Hormazábal, exsenador y expresidente de la Democracia chilena, a quien le ha tocado vivir el proceso político de su país desde la asunción al poder de Salvador Allende y su defenestración por el general Augusto Pinochet.
Los electores, con esa decisión, apostaron por el chilenismo, al beber en las profundas tradiciones chilenas para afrontar crisis, que se remontan al siglo XIX. Me explica Hormazabal esa circunstancia durante entrevista telefónica.
Hormazabal vivió de primera fila la gran movilización social protagonizada por la oposición, que forzó a la dictadura protagonizada por Pinochet a llamar a un plebiscito el 5 de octubre de 1988. La opción Sí significaba la continuidad del régimen y la alternativa No representaba establecer plazos concretos para el fin de la dictadura.
Como ahora, ganó el rechazo y, de esa forma, empezó a caer el régimen militar. Fue una campaña cívica en medio de peligros y amenazas. “El tirano entonces vivía”, cavila. El resultado de aquel “No” fue de 55%, en plena dictadura. “Aquella circunstancia era terrible”.
El no de hoy se registra en un clima diferente y consolida el vigor democrático de Chile, fortalecido desde el estallido social de 2019 y las posteriores acciones democráticas de referendo mandatorio de redacción de una nueva Constitución, elecciones y el plebiscito.
Acomodos y reacomodos se producen cada 50 años en este Chile alargado, en el suroccidente americano. Muy largo, con 4 mil 270 kilómetros, como ir y venir en 50 viajes —en autopista o ferrocarril— por el angosto trecho panameño del Canal.
Procesos emblemáticos y pendulares como el de la Guerra de Arauca, en el siglo XIX, que demoró tres décadas, y el de 1925-1932, un movimiento anti-oligárquico, con incertidumbres y que implicó cambios sociales.
Aspecto álgido es la noción de Estado plurinacional determinado en el borrador de la Constitución. Se rechazan las autonomías regionales. En comunas el No fue hasta del 75% y 80%. En comarcas, solo el 3% de los originarios es partidario de establecer naciones separadas. “Se sintió que estaba en riesgo el Chile que hemos construido”, apuntilla. Construido con migraciones procedentes de muchas nacionalidades y etnias: española, alemana, italiana, judía, palestina, croata.
El proyecto constitucional es uno de los más extensos. Con más de 300 artículos, con un inventario de un centenar de derechos, aunque sin concretar cómo se garantizarían. “Parecía más un programa de gobierno y no una Constitución”, remarca Hormazabal.
Para modificar el texto, fueron establecidos muchos candados. Las modificaciones solo serían posibles con la autorización de 4/7 del electorado más plebiscito.
El presidente Boric tiene la responsabilidad de activar el Congreso para consensuar el articulado de la nueva Constitución, demandada en octubre de 2021 por el 80% de los votantes, en referendo.
“Debe ser una Constitución que una”, que no esté centrada en extremismos y que no sea resultado de la suma de reivindicaciones de las minorías, que sea por la unidad y no por el extremismo.
El autor es docente, periodista y filólogo
