Tengo una gran simpatía por el colectivo de profesores de la Unachi. Son depositarios de los mejores valores de la enseñanza patria. Puedo dar fe, ya que desde los años ochenta he dictado clases a profesores en diferentes modalidades de postgrado. En 2008, el Consejo Académico me honró como profesor extraordinario, categoría que me compromete más con una institución cuyos linderos superan aquellos de la amada región chiricana.
Más allá de los avatares de la administración interna, los docentes conocen su responsabilidad crucial de este vivir: a la educación le corresponde proveer las cartas náuticas de un mundo tan complejo, agitado y dinámico. Construir conocimiento, sin dilación y sin pausa, para el bienestar propio y de los asociados. Esas cartas representan la brújula para que la navegación sea posible en mares tan picados.
Se multiplica la demanda de educación de calidad y se multiplica el bagaje y se expande el disco duro.
El docente -vale para todos los niveles educativos- debe estar bien formado, apoyado y valorado para atender a sus graves responsabilidades ante los jóvenes. Valorado, en palabras mayúsculas, y no ser carne de prácticas clientelistas, que desdicen de la esencia de la educación.
Cada uno de casi mil docentes unachistas -y se les ve en el rostro- es maestro de vida, que coloca, en el centro de su vocación, los valores, y se constituye en ejemplo ante sus semejantes. En el primer plano, coloca la capacitación y superación permanentes.
Carlos Iván Zúñiga ha sido uno de los panameños más prominentes. Era coclesano, pero vestía la camiseta chiricana. Fue pionero como abogado litigante en Chiriquí, región que representó como diputado. Ante el nocivo centralismo republicano, presentó en 1967 un proyecto para crear en esa provincia una universidad autónoma. Naufragó. En 1994, entonces rector de la Universidad de Panamá, gestionó la aprobación legislativa de la ley creadora de la Unachi, que fue sancionada por el presidente Endara el 30 de agosto, penúltimo día de su mandato.
Un comité había apoyado a Zúñiga para hacer “potable” la iniciativa, que tenía detractores. En aquel momento fue eficiente el trabajo de Dimas Lidio Pitti, Bernardo Fernández, Smith Camargo y Miguel Ángel González Marco.
Por su honradez y sentido de patria, se creó el Día del Patriota para homenajear a Zúñiga por cuya mente ni siquiera pasó reelegirse en la UP, me confiesa Juan Cristóbal Zúñiga Candanedo, su hijo primogénito, cuya madre es la escritora Sydia Candanedo, davideña.
Edwin Samudio, profesor de inglés y decano de Humanidades de la Unachi, se propone recuperar aquel sueño de Zúñiga. Samudio es de respeto y valora la contribución de sus colegas docentes. Promete recuperar el ejercicio democrático y el imperio de la transparencia en la Unachi, perdidos hoy por malsanas prácticas clientelistas y antidemocráticas. Transparencia: cada contribuyente debe saber adonde van a parar los recursos, 100 millones anuales, que el Estado le destina. Ojalá pueda incrementarse ese presupuesto para el bienestar de todos los universitarios.
Esos docentes, además de los 800 funcionarios administrativos y los estudiantes, tienen la responsabilidad, con su voto, de dar un giro de timón para beneficio propio, de la institución y de la Nación. La elección será el 26 de abril próximo.
Universidad es para dar ejemplo de civismo y democracia a la juventud; no para atrincherarse y aferrarse en el poder. Así nos lo legó el maestro de todos, el fundador de la Unachi y Patriota de los panameños.
