Ya sea para escapar de la rutina diaria, sumergirse en la cultura local o simplemente explorar el turismo interno, hoy destacaremos un lugar en la provincia de Colón que merece ser visitado una y otra vez: Portobelo.
Los libros de historia relatan que este paradisíaco sitio, situado frente al Mar Caribe, atrajo la atención de Cristóbal Colón, el célebre descubridor de América, debido a su entorno natural y su incomparable belleza. Descubierto durante su cuarto viaje el 2 de noviembre de 1502, el color azul del mar y el verde intenso de la vegetación no podían tener otro nombre: un puerto bello.
El camino hacia Portobelo es cautivador; contemplar sus aguas cristalinas, sus densos bosques y el cielo que los cubre parece hipnotizante. Al observar las ruinas del castillo español y los antiguos cañones, los visitantes pueden comprender por qué Portobelo fue uno de los puertos más importantes de América durante la época colonial.
Los registros históricos muestran que este paraíso caribeño era una parada obligatoria en la ruta de los barcos que transportaban riquezas desde América del Sur. Debido a su importancia, fue necesario desarrollar un sistema de defensa para garantizar la seguridad de los habitantes de la ciudad, lo que dio lugar a uno de los conjuntos más impresionantes de la arquitectura militar en América.
Es importante recordar que Portobelo fue declarado conjunto monumental histórico mediante la Ley 91 del 22 de diciembre de 1976. En 1980, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), declaró el puerto y las fortificaciones de Portobelo Patrimonio de la Humanidad.
Según coinciden muchos de sus residentes, hoy en día estas fortificaciones protegen un nuevo tesoro: las expresiones rituales y festivas de la cultura congo.
Fuimos testigos de esto durante el 6° Festival de la Pollera Congo de Portobelo, celebrado a mediados de abril pasado, donde orgullosos afrodescendientes panameños se vistieron con coloridas vestimentas y, al ritmo de los tambores, recorrieron las calles de este pueblo histórico en la costa atlántica del país.
En medio del ambiente festivo, nos encontramos con un joven de 19 años de edad, miembro del grupo congo Generación Costeña. Se identificó como “Tigrille”. Inicialmente habló en lengua congo, luego solicitó “permiso” a su grupo para hablar en español.
“El congo no puede hablar español. Nosotros representamos a los negros a quienes los blancos esclavizaban. Nuestros nombres provienen de combinaciones de animales para confundirlos”, relata Tigrille. También cambiaron su forma de hablar y se vistieron al revés para burlarse de “los blancos”. Los muñecos que portan son una especie de mofa, según cuenta este joven colonense.
Tigrille comenta que desde los cinco años de edad se viste de congo, siguiendo el ejemplo de su padre. “He bailado, hablado, vestido, cantado y tocado congo. Esto se apoderó de mi corazón, es mi cultura”, confiesa con orgullo.
En las calles de Portobelo también uno se puede encontrar con quienes también trabajan en el rescate de los platos típicos heredados de la cultura afrodescendiente y que con ello sigan manteniendo vigencia.
Tal es el caso de la chef (especializada en la cocina afro) y escritora Leticia Levy de Márquez, popularmente conocida como Leymar, quien es la autora de Mis recetas ancestrales y más, a través del cual comparte “plasmo alguna de las recetas de nuestras costas, de nuestros negros que se estaban desapareciendo”. “Este libro nos enseña que nuestra gastronomía es tan rica, permite conocer que es un lócoro o un fufú (sopa típica del Caribe panameño)”, explica.
“¿Qué es el lócoro?” se le preguntó. Es un plato hecho de verduras, todo tipo de verduras, puedes usar bacalao o puedes usar pescado... acá en las costas siempre usábamos el pescado. Entonces tú hierves las verduras con la leche de coco, ya que es el elemento principal en la comida de los costeños, y cuando ya esas verduras están blandas las majas con el pescado y eso es lócoro... es una comida muy ancestral”, detalla.
Con este libro, Leymar obtuvo un reconocimiento internacional: el primer lugar en la categoría ‘afroamericano’ de los premios Gourmand Award (premio anual a los mejores libros de cocina), en la edición de 2022. La chef y autora colonense reveló que prontamente lanzará su segundo libro de recetas.
Enorme riqueza cultural
Sin temor a equivocarse, caminar Portobelo es una verdadera experiencia cultural. En un día de visita, uno se topa con sus calles muy estrechas y sus casas pintadas de vivos colores. Además de visitar la Iglesia de San Felipe de Portobelo −donde se venera la imagen del Cristo Nazareno− y degustar delicias, un sitio recomendado a acudir es la recientemente restaurada Real Aduana de Portobelo.
El edificio colonial del siglo XVII se usó como contaduría, aduana, depósito y vivienda, hasta ser abandonado en 1882. Hoy alberga el Museo de la Memoria Afropanameña, que cuenta, entre otras cosas, la historia de los miles y miles de esclavos que llegaron y transitaron por el istmo de Panamá y revela aspectos de la herencia que dejaron.
En su momento, la edificación atraía a comerciantes y piratas, y hoy busca resaltar el turismo de la zona. Cabe señalar que el sitio se caracteriza por su interactividad e inclusión, ya que tiene su contenido en sistema braille.
Además, si está de visita en Portobelo, sería genial darse una vuelta por “La Escuelita del Ritmo”. Se trata de una escuela de música y Expresión Artística gratuita que busca fomentar la cultura y el arte a través de la enseñanza musical, actividades culturales y medioambientales. Imparten clases de percusión, guitarra, bajo de cuerda, piano, canto, trompeta, saxofón, trombón, clarinete, flauta (entre otros instrumentos) y danza.
Pero si lo que busca es arena y sol, no puede irse sin visitar las playas e islas que rodean Portobelo, como playa Huertas o Isla Mamey. La mayoría están a un corto trayecto en bote, cuyos servicios son ofrecidos por lugareños.
En resumen: contemplar el atardecer desde la bahía es indispensable; disfrutar de un pescado frito con patacones o de un plato de arroz con coco y pulpo, es casi obligatorio. No puede faltar la harina (como le conocen los colonenses a la hojaldre), las famosas cocadas y enyucados.
Y usted, estimado lector, ¿ya ha visitado Portobelo? ¿Qué es lo que más le ha gustado de este tesoro frente al Mar Caribe panameño?