Ramón Heberto Jurado nació en junio de 1922 en Pocrí de Aguadulce. Paraje coclesano y ciudad de Méndez Pereira, Stella Sierra, Nivia Echeverría y tantos hijos meritorios. Hijo de Bertilda Jurado y Ricardo Miró, poeta de la nacionalidad. Hermano de los ilustres Rodrigo y Carmen Miró.
Desde adolescente, empezó a publicar en diarios y revistas. Su novela El Desván marca un hito en nuestra literatura y en la que expone una corriente existencialista, cuando ha concluido el infierno de la Segunda Guerra Mundial. Su punto de partida es el testimonio A través del tormento, del chiricano Francisco Clark, quien, atacado por una enfermedad degenerativa, grita: “Soy un cadáver viviente”. Es el David de hace cien años.
Las únicas fuerzas de Clark son para dictar a una secretaria su sufrimiento en un relato, que es inspiración para Ramón.
Dedicado al periodismo y a la literatura, escribe las novelas San Cristóbal y Desertores.
Desertores es biografía novelada del líder Victoriano Lorenzo y fue incluida en 1999 en la Biblioteca Literaria Iberoamericana y Filipina. En ese esfuerzo editorial participó Guzmán Palacios Fernández, de la Dirección de Cooperación Cultural y Científica del Ministerio de Asuntos Exteriores de España.
Palacios es hoy el embajador de España en Panamá, y, en esa condición, intervino en el homenaje a Jurado, en el centenario de su natalicio, con la presentación de Desertores, en una edición de 230 páginas, con el prólogo de Rogelio Rodríguez Coronel, acucioso crítico de literatura hispanoamericana y profesor cubano. Presentación celebrada en la Academia de la Lengua.
Sus estudios secundarios los desarrolla Ramón en el Instituto Nacional, donde fue dirigente estudiantil, y después estudió Filosofía e Historia en la Universidad de Panamá.
El decenio de los años 50 es de mucha efervescencia, que tiene como antesala el rechazo del Tratado Filós-Hines, que autorizaba a Estados Unidos mantener los 135 sitios y bases militares instaladas, para su protección, en nuestro territorio, durante la Segunda Guerra Mundial.
Desertores retrata la tragedia del general Victoriano y el significado de su martirio, al ser asesinado meses antes de la separación de Colombia, en una espantosa decisión, su fusilamiento, acaecido en San Felipe.
Mientras Desertores es una novela histórica, en la que se contrapone el ruralismo al cosmopolitismo, El Desván surca en la narrativa existencial. Rescata en su novela Jurado los intereses campesinos y liberales, sostiene Rodríguez Coronel. No está ayuna del amor sentimental, al incorporar una historia. Es la fuerza de los de abajo, con el reflejo de otras experiencias latinoamericanas. Imbrica en su obra lo nacional y lo social.
“Volver los ojos al desarrollo rural como alternativa al fracaso del “estado canalero” implicaba el rescate de un símbolo que emergiera de la propuesta de una nueva lectura de la historia”, puntualiza.
La figura del líder hasta entonces había sido maltratada.
Su vida dinámica y productiva se truncó en pleno vuelo, cuando viajaba entre Panamá y Caracas, al sobrevenirle un infarto un día de celebración, el 3 de noviembre de 1978. Jurado era embajador de Panamá en Venezuela.
Sus amigos se habían reunido para agasajarlo en la residencia caraqueña de Catita y Pedro Oliva, matrimonio panameño, y lo estaban esperando. Aquella fiesta en honor a Jurado y a la Patria se vistió de luto.
El autor es docente, periodista y filólogo