La 27ava Conferencia de las Partes (COP 27) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, celebrada del 6 al 19 de noviembre, en la ciudad egipcia de Sharm El-Sheikh tuvo muy pocos resultados destacables, sobre todo considerando que el actual año 2022 ha registrado las mayores inundaciones, sequías y escasez de agua en tiempos modernos.
La doctora en biología genética, educadora ambiental y activista climática Renate Sponer, reacciona a la COP 27. Sponer coordina el capítulo panameño del movimiento Scientist Rebellion, que en Panamá se denomina “Ya es ya”. Su punto de vista refleja una importante corriente en el ambientalismo actual.
¿Cuál es su evaluación de la COP 27 celebrada en Egipto?
-Como fue de esperar, la COP 27 no rompió en nada con la tradición de ser meras ceremonias climáticas, donde en vez de negociar políticas que realmente nos avancen en la descarbonización, no se logra ni siquiera mencionar la medida más importante: el cese del uso de combustibles fósiles. Considero que estas conferencias son la expresión de la situación climática en general: una masiva disonancia cognitiva entre la realidad que la ciencia nos pinta y la total falta de parte de los gobiernos y los medios de comunicación, entre otros, de tratar a esta emergencia como tal. Es trágico que no se hayan dado acuerdos de descarbonización más ambiciosos. Aparentemente, el enorme poder económico y político de la industria petrolera tiene a los gobiernos secuestrados.
¿Considera usted que el fondo de compensación de daños y pérdidas acordado en la COP 27 es un avance?
-Pienso que el hecho que se haya pactado el establecimiento de un fondo de compensación por pérdidas y daños, después de 30 años de lucha por parte de los países más vulnerables y menos responsables por el cambio climático fue absolutamente necesario para mantener a estos países en las negociaciones y para recuperar la confianza entre los países del Norte y Sur Global.
Sin embargo, falta ver todos los detalles del financiamiento del fondo: quién paga, qué cantidad y en base a qué. Varios estudios estiman que para 2030, los daños no prevenibles podrían ascender a $290-580 miles de millones, mientras que para 2050 podría exceder $1 trillón [un millón de millones] en daños anuales.
Si tomamos en cuenta que los países desarrollados no han cumplido con la financiación de los 100 mil millones de dólares para adaptación al cambio climático en países del Sur, queda la gran pregunta si en esta ocasión será diferente. Es un avance necesario, pero no tendrá sentido si no va de la mano de medidas radicales de descarbonización.
¿Cómo se puede garantizar que los países desarrollados cumplan con los compromisos sobre cambio climático?
-Me parece fundamental el reconocimiento del hecho que el crecimiento económico es incompatible con la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y de uso de materiales que la ciencia nos dice que es necesario para evitar el colapso de la biosfera.
Un decrecimiento controlado del Norte y la democratización de la economía son vitales (impuestos a los más ricos, fin a la producción de artículos innecesarios y de obsolescencia programada, producción dirigida a las necesidades de bienestar humano no a la maximización de ganancias).
Por otro lado, creo que si se logra hacer del “ecocidio” un crimen internacional, también podría avanzar significativamente la agenda, especialmente porque la ley se aplica a las empresas privadas y sus ejecutivos a título personal y podría poner un fin a la extracción de combustibles fósiles y minerales, especialmente aquellos en países del Sur, que usan los métodos más destructivos.
Por último, el tratado de no-proliferación de combustibles fósiles, impulsado por Vanuatu en la asamblea general de la ONU también tiene gran potencial de efectuar una reducción significativa de los combustibles fósiles.
Lo que todas estas medidas tienen en común, es la importancia de la acción de parte de la población. Sin presión popular no habrá acción de los gobiernos, ya debemos haber aprendido esa lección.
¿Qué propondría usted como medidas internacionales para combatir al cambio climático?
-Me parece que una de las medidas más importantes son las campañas de información basadas en la ciencia, para acabar con las dudas del público sobre las dimensiones y la urgencia de la crisis climática, sus causas y soluciones, parecido a lo que se dio durante la pandemia.
Un público informado hará presión política y exigirá y aceptará las medidas drásticas que son necesarias para poder cortar las emisiones.
Por otro lado, pienso que las COPs deberán ser reemplazadas por otro mecanismo internacional menos abultado, pero vinculante, donde la ciencia juegue un rol mucho más prominente.
¿Cree usted que la humanidad tiene la capacidad para superar la crisis climática?
-Pienso que la pandemia nos enseñó que la humanidad tiene la capacidad de superar eventos extremos cuando realmente le ponemos empeño. El problema con la crisis climática es que, colectivamente, no nos hemos planteado que es una emergencia.
Entonces, las razones estructurales de la emergencia climática y ecológica son las mismísimas bases de nuestro sistema económico: la necesidad del capitalismo de crecer perpetuamente, más allá de las necesidades humanas para lograr el bienestar.
Llevamos unos 500 años de adoctrinamiento del dualismo naturaleza – humanidad y del concepto del crecimiento económico que nos pesan mucho y hacen difícil el cambio radical necesario para evitar una catástrofe.
Como los gobiernos y medios de comunicación están secuestrados por los intereses de la industria petrolera y de la élite mundial que parecen estar dispuestos a sacrificarlo todo a cambio de sus jugosas ganancias, la solución está en el poder de los pueblos, quienes están despertando cada vez más, exigiendo medidas concretas.
El reto es combatir a tiempo la desinformación masiva (el no entender que la amenaza es existencial) y la percepción de una falta de soluciones más allá del reciclaje (lo cual es parte de la desinformación).