Samuel Fosso, un encuentro con Panamá

Samuel Fosso, un encuentro con Panamá


Samuel Fosso se mira. Viste una camisa beige, bandolera, zapatillas con las que acaba de caminar por el Casco Viejo de la ciudad de Panamá, y dirige la vista hacia las fotos colgadas en las paredes del Museo del Canal de Panamá donde está él, aunque no parece. Y no es, aún siendo: es un soldado africano peleando para el ejército de un país que no lo reconoce como ciudadano, y es el Papa del futuro, uno jamás visto: el Papa negro.

Samuel Fosso se mira y dice: “Quise mostrar la relación del hombre negro con el poder a través del autorretrato, que me facilita contar la Historia”.

Fosso es un artista nacido en Camerún hace 60 años que hizo de su cuerpo su obra de arte. El autorretrato fue su herramienta para denunciar los problemas del continente africano donde nació, creció y descubrió las posibilidades de expresión y un medio creativo para contar, casi jugando, muy pronto. A los 13 años, huérfano y viviendo en una colonia francesa, le enviaba a su abuela fotos que tomaba de sí mismo para mostrarle que estaba vivo. Por entonces abrió su estudio y nunca más paró.

El sábado 28 de enero aterrizó en Panamá invitado por Casa Santa Ana, una fundación que conecta a las personas a través del arte desde 2015. Estuvo reunido con artistas del patio, participó en un conversatorio abierto, fue a Portobelo y recorrió la muestra que la fundación montó con sus obras en el Museo del Canal.

Aquí descubrió palabras como congo, inquietudes artísticas y realidades que unen a su tierra con ésta en una identidad.

Un cuerpo, muchas cicatrices

El cuerpo de Samuel Fosso es ahora una masa erguida y sólida. Eso es lo que se ve. Lo que no es más: las cicatrices de las vivencias en un territorio también partido.

Nació el 17 de julio de 1962 en Kumba, al oeste de Camerún, con una parálisis parcial que la medicina occidental no sabía curar. El abuelo lo ayudó a sanar con los conocimientos ancestrales de curandero de la etnia Igbo, una de las más extendidas en el continente. A los tres años, tras una serie de procesos, Fosso fue capaz de saltar desde un tejado y caer en sus brazos. Hasta entonces no tuvo retratos. “Mi padre consideró que era una pérdida de dinero tomar la foto de un niño enfermo”, contó Fosso.

En ese momento África era un grito de liberación conquistando la independencia y Fosso ya había sufrido la guerra de Biafra, que obligó a su familia a vagar durante tres años de un lugar a otro como desplazada. En el trayecto murieron sus padres.

De esos tiempos, le quedaron las marcas que lo acompañaron por el resto de su vida, definieron sus obsesiones y alumbraron su obra. Y un mandato propio, plasmado en el lema que escribió en el estudio que comenzó en los ´70: “Estarás, guapo, elegante, delicado, y fácil de reconocer”.

Y así estuvo en las siete series que le valieron cuatro premios internacionales de fotografía, incluido el de Artes Visuales Prins Bernhard Cultuurfonds, y lo convirtieron en uno de los artistas contemporáneos más destacados. Y así también en su encuentro con Panamá.

Raíces compartidas

En Portobelo, Fosso escuchó palabras y cantos que conocía desde siempre. En la ciudad, escuchó de luchas que reconoce como propias de su estirpe. En el Museo del Canal, entendió que la invisibilización de su pueblo se extendió a este rincón del continente: los trabajadores que pusieron sus cuerpos para levantar el puente, fueron tapados, ninguneados, en el anonimato.

Tierra de esclavos y cimarrones, aquí los afrodescendientes que llegaron del África de Samuel o las Antillas, llegaron a poner el cuerpo para las labores a las que eran sometidos con un protagonismo absoluto pero nunca reconocido. Fueron imprescindibles para las hazañas históricas como la construcción del ferrocarril o del Canal, pero las crónicas apenas los muestran o reflejan su voz. Ellos también encontraron en un saber ancestral hecho cuerpo la manera de decir “existo” y “así existimos”, creando.

A inicios del siglo XX, cuando Estados Unidos desplazó a los habitantes de la Zona para construir el Canal, los pobladores pelearon y cantaron el tamborito panameño Coge el pandero que se va. La tradición de crónicas cantadas permaneció durante todo el siglo pasado y estuvo también en las protestas históricas de julio de 2022: los bailes congos y las danzas afro pasearon tamboritos por las calles, plazas y rutas de todo el país.

Por eso, los panameños que visitaron la muestra y vieron a Fosso pudieron examinar con él la identidad africana y, a través de sus héroes y estereotipos, reflexionar sobre sus propias raíces e identidades.

“Nos permite no solo abrir el diálogo entre la obra de Fosso y nuestra historia, sino también, rendir homenaje a todas las personas afrodescendientes que fueron invisibilizadas durante la construcción del Canal”, dijo la directora de Casa Santa Ana, Carolina Haussman.

“Pese a las desgracias que han acompañado mi historia, también he sobrevivido”, dijo Fosso en Panamá. Como tantos aquí a quienes miró el artista africano que escribe con el cuerpo. Y a quien le devolvimos la mirada.

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