La pasión como lectora de poemas nació en el alma de Aura América González Beitia durante sus días de estudiante en la Escuela Primaria de Solano (Chiriquí), cuando cursaba el cuarto grado a cargo del maestro Marcos Guerra.
“Desde esa época me gustó participar en los actos culturales y concursos de poesía. El maestro me prestaba textos que tenían poesías extensas, que yo releía en voz alta hasta memorizarlas. Recuerdo las veladas donde declamé La última gaviota y Canto a la bandera”, rememora quien fuera catedrática de Español en la Universidad Autónoma de Chiriquí.
A Aura América (Bugaba, Chiriquí, 1945) la motivó a ser poeta el sentimiento persistente de escribir “sobre mis vivencias del monte en que crecí, donde poco a poco espigaban el arroz y el maíz; la casa de madera en medio de las quebradas, los bracitos del Río Piedras; nuestra algarabía hacía coro con las aguas correntosas y cristalinas, y mis padres pendientes del fogón y la tortilla para la familia”.
Usa la poesía como vía de expresión artística porque le permite “una mayor y mejor posibilidad y libertad de ir hasta mi yo más profundo, con toda la carga de subjetividad que aflore, sin sentir que tenga que dosificarla o reprimirla por exigencias inevitables de otros géneros literarios”, resalta quien recientemente ha participado en libros colectivos como Narrativa sin fronteras (2023) y X Encuentro Nacional de Escritores de la Alianza Literaria de Panamá (2024).
De adulta, sus poetas panameños favoritos son: Stella Sierra, Diana Morán, Esther María Osses, Rosa Elvira Álvarez, Elsie Alvarado, Dimas Lidio Pitty, Pedro Rivera, Manuel Orestes Nieto, José Franco, Giovanna Benedetti, Porfirio Salazar, Héctor Collado, Ela Urriola y Javier Alvarado.
De la poesía chiricana contemporánea evidencia que hay “visos de una temática variada que exalta la riqueza y el paisaje. No obstante, refleja una tendencia social hacia la preocupación por la soberanía, la presencia transnacional y los problemas comunitarios. En fin, pareciera que hay un mayor deseo y una mayor preocupación por incorporar nuevos temas y un lenguaje que, de alguna manera, reflejen los tiempos y las circunstancias en que estamos viviendo”.
FIL Panamá
En el 2018, durante la Feria Internacional del Libro de Panamá (FIL Panamá) Aura América González Beitia presentó la antología colectiva Haiku Do, en la ruta de la poesía breve junto a Danae Brugiati, Lil María Herrera y Sonia Ehlers.
En la FIL Panamá 2024 (ocurrirá del 13 al 18 de agosto en Atlapa) viene con mucho ímpetu, ya que compartirá con los asistentes a esta actividad anual tres obras de su autoría: Mutatis mutandis, Policromía y Don Sapo Pocopelo Cocoliso y el libro colectivo Tierra, voces de identidad, homenaje a Chiriquí.
Este cuarteto de títulos (todos editados en el 2024) estará disponibles el martes 13 de agosto, de 4:00 p.m. a 5:00 p.m., en el Stand 89 (Los Tapices), en Atlapa.
De los versos al cuento
El poemario Mutatis mutandis está compuesto por aleteos, sahumerios, ausencias, quietudes y retazos de vida. Su título apunta hacia un cambio de dirección en la sonoridad poética de Aura América. “Mutatis mutandis me ha posibilitado profundizar en el universo constituido por los temas y preocupaciones que siempre me han acompañado: la cosmovisión del hombre sobre su entorno conformado por creencias, valores e ideologías que trascienden el tiempo y espacio, y que ahora he podido plasmar usando una voz que cada vez siento más mía, más personal y, ¿por qué no decirlo?, más madura”.
Policromía se sustenta en un viaje hecho de gaviotas, renaceres, cosechas, lluvias y caracoles. Su punto de partida es la obra antes mencionada Haiku do en la ruta de la poesía breve. Sin embargo, sus 25 textos incluidos fueron segregados para conformar la obra Policromía, editada por los poetas cubanos Roberto Manzano y Reyna Esperanza Cruz en Cristálida Ediciones.
En Policromía desea transmitir el espíritu profundo del haiku, con la intención “de captar lo instantáneo, polifacético, efímero y trascendente que lo caracteriza; el sentimiento del hombre que contempla la naturaleza rica en matices que lo llenan de paz; el amanecer, el aroma del jazmín, el colibrí succionando el néctar, el aleteo de la brisa, la oruga fuera del capullo, la cosecha de la fresa, el aroma del jazmín, la serenidad de los peces…”.
Luego llega el turno de otra de sus adoraciones: escribir para los más chicos. Lo que la lleva de la poesía a la literatura infantil es la experiencia docente que adquirió inicialmente con los pequeños. “Los niños son fuente de amor, inspiración y aprendizaje. Sus antenitas retratan todo y preguntan el porqué de los problemas. Por ello, he decidido escribir no sólo poesía, sino también cuentos que despierten la imaginación y desarrollen la creatividad de los niños”.
Comenta que en el cuento Don Sapo Pocopelo Cocoliso, sobre un abuelo y su nieta en un infortunado estero, se infieren enseñanzas sobre la preocupante situación de la biodiversidad y cómo nuestras acciones afectan su porvenir. “Es necesario implementar la educación ambiental en casa desde el reciclaje, cuidar los recursos naturales -ríos y quebradas-, reforestar, solidarizarnos con el ambiente, porque todos somos parte de la naturaleza. Urge que haya más conciencia del deterioro ambiental y, sobre todo, que no debemos quedarnos de brazos cruzados... Hay que actuar... Cada vez es más apremiante la situación”.
Como autora y chiricana está emocionada de participar de Tierra, voces de identidad, homenaje a Chiriquí (antología del Movimiento Furtivos) con unos versos de corte social sobre intrusos, espinas y nísperos, ya que le brinda “la oportunidad de compartir mi poema con ese conjunto heterogéneo que, en cierto modo es todo libro colectivo, el cual busca proyectar, como una especie de caleidoscopio, los rasgos esenciales de la identidad chiricana”.
