Sergio del Molino ‘Los alemanes’



Con Los alemanes, Premio Alfaguara 2024, Sergio del Molino (Madrid, 1979) ha escrito la que para muchos es su mejor novela, que parte de un hecho poco conocido, y al que el autor de La Piel y La España vacía había dedicado un pequeño ensayo: En 1916, un grupo de alemanes provenientes de Camerún se entrega en la frontera de Guinea a las autoridades coloniales, por ser España un país neutral. Un grupo de ellos se instala en Zaragoza, formando allí una comunidad que no regresaría a Alemania, aunque no escapó al auge y caída del Tercer Reich. Muchos años después, los últimos de aquella saga, los Schuster, Eva, Fede y el padre de estos, ven cómo el pasado vuelve para convertir el presente en una interesante reflexión sobre la construcción de la memoria y la responsabilidad o no sobre lo que pasó o creemos que pasó.

La novela, escrita en primera persona, reparte la palabra a todos los personajes para que podamos los lectores sacar nuestras conclusiones, dibujando la biografía de una memoria, la que construye este grupo de alemanes que, si bien nunca volvió a Alemania y se mantuvo físicamente alejada de los hechos de la Segunda Guerra Mundial y el nazismo, elaboró y guardó una idea romántica de todo aquello, idealizando no solo el pasado colonial camerunés, sino toda la gloria de un imperio que se transformó en la más terrible de las ignominias contemporáneas de la humanidad.

Con una muy inteligente habilidad para la construcción de sus personajes, no distinta a la que ha utilizado en sus anteriores novelas, Sergio del Molino nos introduce en la conciencia de ellos, trazando escenarios y atmósferas que nos revelan lo que de verdad esconden detrás de sus posiciones. Son personajes ricos, que guardan tras sus elaboraciones morales un conocimiento del imaginario sentimental de la familia, que contradice lo establecido o lo que desearía ser, poniéndolos en el compromiso de retratarse sobre sus afectos hacia aquella parte de sus vidas, vinculados a la ternura de sus infancias, a la búsqueda durante su juventud de una identidad alemana dentro de una sociedad española, una suerte de exilio heredado, diferido de sus ancestros, de tal modo que da la sensación de que han estado siempre intentando apartarse de aquello que, más allá de ser una ideología, forma parte de su educación sentimental.

El pasado vuelve cuando unos israelíes, que son propietarios del equipo de fútbol de la ciudad, amenazan con sacar a la luz el secreto familiar de Fede y Eva, lo que podría provocar un vuelco en el presente por un pasado remoto que, de solo invocarlo, agrieta las relaciones, las tensa y amenaza la carrera de ambos, sobre todo la de Eva, con un cargo político, y que tiene que sopesar muy bien el impacto mediático de un pasado del que no es responsable (y aquí está la gran reflexión, lucha y discusión del lector con los personajes) más que de su gestión moral y sentimental. El autor, con una cadencia musical, con una capacidad armónica en los diálogos y conversaciones de los personajes, nos mantiene al borde de cada línea.

Para mí, el gran pasaje de la novela está en el sueño que tiene Eva, una tarde revisando un libro que habla de aquella época camerunesa. En un momento se pregunta: «¿Cómo podía algo tan escueto marcar la vida de tantas familias durante tanto tiempo? ¿Cómo podía definirme algo que debería haber sido un cuento de juventud del abuelo de mi padre?» (p.135) Es en este brillante capítulo donde mejor queda dibujado el pasado, los vínculos con él y su memoria.

Una novela estimulante, culta, llena de musicalidad y de una grandísima capacidad para narrar. Sergio del Molino da el gran salto para consolidar la presencia de su obra en América, y abrir nuevos espacios de lectura de sus anteriores libros. No dejen de leer esta emocionante lección del arte de contar historias y de reflexión crítica sobre los afectos, las memorias nacionales y los secretos familiares. Y sobre el pasado, que no se cansa de volver para cuestionarlo todo.


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