La tierra en África habla con grietas. Sobre el suelo reseco que se parte en millones de hilos, e incontables surcos en caras preocupadas.
Así era la aldea que recibió a Sivan Ya’ari cuando pisó Madagascar por primera vez, hace 24 años. Un sitio al que jamás hubiera imaginado llegar, pero que el destino ciertamente tenía planeado para ella.
Nacida en Israel, su familia tuvo que migrar a Francia a buscar el sustento. Ahí sus padres abrieron una pizzería en el mercado.
A los 18 años, Sivan regresó a Israel para hacer el servicio militar. Concluido los dos años en el ejército, admite que tuvo un golpe de suerte, y así empezó todo.
Comenzó a buscar trabajo, y de casualidad conoció al dueño de Jordache, esa marca legendaria de pantalones vaqueros que causó furor en los 80. Si bien le pareció una chica encantadora, este le dijo que no tenía trabajo para ella, ya que su dominio del inglés era muy pobre.
“Pero hablo francés”, repuso Ya’ari, y de esa forma fue contratada para trabajar en la fábrica en Madagascar, haciendo control de calidad de la mercancía. En ese entonces no sabía ni dónde quedaba el país, pero así llegó a África, y desde entonces mantiene un pie ahí.
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