Edipo mata a Layo, su padre, el rey precedente, y se acuesta con Yocasta, su madre. Una peste asola a Tebas. Para salvar la ciudad, Edipo, convertido en rey, descubre el enigma sobre su padre y su madre. Por boca de un adivino, Tiresias.
Abrumados por la vergüenza y el dolor, la reina Yocasta se cuelga de su cuello y el rey Edipo se saca los ojos, huye y se convierte en mendigo.
Tebas no es aquí. La república está curada de espantos. Magistrado Cigarruista, abogado quien ha dedicado su vida al servicio público en todas las instancias, tiene la mejor coartada frente a su más reciente autoinculpación: la nuestra es tragedia, pero no griega y no pasa nada en el territorio que emergió del mar. Son galones para capitán curtido en esas procelosas aguas. —Anda buscando protagonismo— me sugiere pensador.
Experiencia es madre en nuestra Gomorra pegada a un Canal (Quevedo: érase un hombre a una nariz pegado). Coronel, que pudo ser general y jefe de Estado, no lo fue, pero es llevado en andas desde que declaró que propiedades suyas fueron adquiridas con beneficio de visado irregular o ciudadanos de una nacionalidad ultrajada: la cubana.
Sí pasa algo: no pasa nada.
A diferencia de la de Tebas, catarsis panamensis es tropical. Se supera con calistenias de saliva, compresas de salvia o trago sea de chirrisco, seco Herrerano y/o hasta un par de dedos de Chivas. O chicha fuerte.
Ante resaca pronunciada, no imite el desprecio ministerial del arroz con tuna.
Formas sui géneris de expiar las culpas ni siquiera espiables por el Consejo de Seguridad. Letrados saben qué ocurre si uno se autoinculpa. Imposible pensar en una condena, menos social, me asegura experto en comportamiento local con conocimiento seudojurídico. En lo legal, aplica beneficio de acuerdo de pena. Por acá ni siquiera se baraja aquello de castigo divino ni que haya que recorrer aquellos dantescos pasillos narrados en la Divina Comedia.
Tranquilidad. Sociedad le da ese poder al robaerario, que no es igual a robaRolex. Es un escudo protector. Tácito y consensuado. Y asimilado. Todos llegan para robar, se encarama en el imaginario. O en el menos condenatorio de los casos “robó, pero hizo”. ¿Para qué tribunales? Se necesita para esa casta inferior de robagallinas, que la Nueva Joya los arropa en millares.
¿Encontramos una manera de civilizarnos o ya no somos civilizables? ¿O estamos en modo civilizatorio? Alguien me asegura que en esta patria tan pequeña cantada por Miró los chivitos se perdieron en el bosque.
Hay una edad en que la tramoya pasa a verdad. ¿Se dice la verdad a la hora de la verdad? A cierta edad, cuando ya se está más allá del bien y del mal. Siempre existe la mala memoria. Y el alemán es capaz de armar jugarretas y/o perversidades.
Muchas gradaciones y tonalidades del robar.
Familia siciliana tiene valores y reglas de honor. No se puede traficar droga, por ejemplo. Para todo lo demás, puede emplear la tarjeta de su preferencia.
La tabla axiológica en nuestros lares es acomodaticia, me aclara otro experto.
Si cada habitante es corrupto, el aporte individual se diluye y se desvanece.
El Diablo es puerco… tapa y destapa. Edipo no tendrá que sacarse los ojos: aquí es Panamá.

