La secuela del clásico cinematográfico de los ochentas Top Gun: Maverick es una película propagandista y, al igual que su predecesora, una muy efectiva, justamente por la gran calidad cinematográfica que la caracteriza.
La película marca el regreso de una de las figuras más emblemáticas del cine americano, Tom Cruise, a uno de los roles más importantes de su carrera. Narrativamente, la película está repleta de clichés y de nostalgia por la original. La historia es predecible y sus personajes aún más. De cierta forma, la película se siente atrapada en la década de 1980, tanto por sus decisiones narrativas, como por su estética y sus protagonistas. Sin embargo, donde la película brilla y se siente fresca es en sus secuencias de vuelo.
Las secuencias de acción aérea de Top Gun: Maverick son espectaculares. Escenas a toda velocidad, editadas magistralmente entre tomas amplias y desde dentro de la cabina, para darnos una sensación de perspectiva, vértigo y adrenalina que acompañará a la audiencia por mucho tiempo.
La película no escatima en estas secuencias, pues solo demora 20 minutos en montarnos en la cabina de un jet que va a 10 veces la velocidad del sonido. Desde ese momento estamos constantemente volando por los cielos con Tom Cruise. La película hace un énfasis importante en los tecnicismos de los aviones de guerra, las generaciones de aviones, la tecnología que llevan dentro y lo físicamente demandante que es volar uno. Estos elementos son estratégicamente usados para incrementar la tensión y convencer a la audiencia del riesgo que toman los personajes. A nivel técnico, y con una abundante dosis de acción desde la cabina de un avión, Maverick garantiza entretenimiento.
A pesar de su falta de creatividad en cuanto a la historia y sus personajes unidimensionales, Top Gun: Maverick brinda a la audiencia una experiencia audiovisual sumamente entretenida.
Al final del día, eso es todo lo que se quiere de una secuela de Top Gun casi 40 años después.


