En la región de El Caño, situada en el distrito de Natá de los Caballeros en Coclé, han salido a la luz recientes hallazgos arqueológicos que nos ofrecen una ventana privilegiada hacia el pasado.
Artefactos de cerámica, piezas de oro y tumbas prehispánicas revelan aspectos claves de la vida y costumbres de las antiguas comunidades que ocuparon estas tierras entre los años 500 y 1,000 d.C. ¿Cómo era la gente que vivió en estos enigmáticos tiempos antiguos? ¿Qué creencias, valores y prácticas culturales moldearon sus vidas? Arqueólogos, antropólogos e historiadores ahora tienen más luces para hacer trabajos.

La información del hallazgo la reportó el Ministerio de Cultura el pasado 29 de febrero. Se trata específicamente de un ajuar arqueológico, que incluye joyas de oro como pectorales, cinturones, brazaletes, pendientes y collares, así como instrumentos musicales y ornamentos elaborados con materiales preciosos.
Este descubrimiento es el resultado del proyecto arqueológico de la Tumba No. 9, dirigido por la Fundación El Caño y MiCultura. Julia Mayo, directora de la Fundación El Caño y líder del proyecto por más de 18 años, sugiere que este ajuar funerario posiblemente perteneció a un hombre adulto de alto estatus de Río Grande.

El arqueólogo Carlos Fitzgerald, conocido por sus investigaciones en el parque arqueológico de los Montículos 3 y 4 en 1988, destaca la significancia del reciente hallazgo.
Este descubrimiento no solo ratifica los rituales funerarios previamente registrados desde las excavaciones en el Sitio Conte en la década de 1930 y en la propia región de El Caño, donde individuos de alto rango eran acompañados por una rica variedad de objetos suntuarios.
Fitzgerald elogia la excelencia artesanal de los objetos de metal encontrados, incluyendo piezas únicas previamente desconocidas en contextos controlados. Estos hallazgos proporcionarán una mayor comprensión de las interacciones sociales, el poder y las creencias de las antiguas comunidades de alto estatus que habitaron las fértiles tierras cercanas al río Grande de Coclé.

Asimismo, dice, el descubrimiento confirma la importancia de la centralidad y simetría para las antiguas poblaciones de El Caño y Sitio Conte, como se refleja en la disposición de las ofrendas y la posición de los cuerpos.
Fitgerald también plantea que El Caño no era simplemente una necrópolis, como se ha sugerido, ya que albergaba comunidades y contaba con un gran centro ceremonial marcado por megalitos de basalto, esculturas de piedra tallada y un canal para el control de las inundaciones.

El sitio arqueológico fue reportado por un explorador británico en 1925, pero el Parque Arqueológico fue creado en 1979. Los arqueólogos interpretan que para la segunda mitad del primer milenio d.C. El Caño fue un lugar de confluencia tribal, donde se llevaban a cabo rituales y festividades, entre ellas los entierros fastuosos de los líderes y jefes, en una especie de competencia intercomunitaria.
Aunque la cultura que habitó esta región se conoce como Coclé, Fitzgerald sugiere que no hay evidencia que respalde que se autodenominaran de esa manera. Más bien, plantea la posibilidad de que fueran los antepasados de la actual etnia buglé, asentada en la cordillera central entre las provincias de Coclé, Veraguas, Chiriquí y Bocas del Toro.