Madrid. Universidad Complutense. Facultad de Filología. Me acerco a don Fernando Lázaro Carreter, aragonés, y le disparo: “¿Usted puede dirigirme mi tesis doctoral?”. -¡Cómo no voy a ayudar a un panameño!-. Cumplida la tarea y sobre nuestras sienes embebidos en una aureola mutua, don Fernando, con mirada infantil, me sorprende: “Entiendo a México y Nicaragua, pero para mí Panamá es atípica”. Y me propone: “Un día me explica qué es Panamá”.
Este mes se completan los 100 años del natalicio de Lázaro Carreter, padre de la filología española contemporánea, docente, investigador, erudito. Que exhibió, con sencillez y autoridad, una alta intelectualidad, con imaginación y cordialidad.
Ese nacimiento fue en la calle de Los Predicadores, de Zaragoza, capital aragonesa. Residió en Zaragoza, Madrid y Salamanca. Se apagó en 2004 y sus cenizas están depositadas en el cementerio de la comunidad zaragozana de Magallón, de donde eran sus padres.
No se quedó quieto Lázaro Carreter y se constituyó en guardián de la palabra, siempre con su talante apasionado, lúcido y sin descuidar su proverbial socarronería. Se convirtió en una personalidad influyente en el mundo hispánico. Escuchaba, también a través de todos los medios, incluso radio de madrugada, para dictaminar, como si se tratara de un sicoanalista: curiosidad, escándalo, correcto, elegancia, esplendor, visto bueno. En el terreno del buen hablar y escribir, era un hombre de Estado, describe el periodista Juan Cruz, quien fue su editor en el diario El País, en su famosa columna El dardo en la palabra. Misión del profesor fue “escuchar todo para que la lengua viva de otra manera en la palabra de la gente”, abotona Cruz.
Se doctoró en 1947 en la Universidad de Madrid (20 años después se rebautizó Complutense), y desde ese momento se dedicó de modo intenso a la investigación, la docencia y la escritura en varios terrenos coaligados de la ciencia, la cultura y la educación. En la lingüística, los estudios literarios, la creación de libros de textos escolares (algunos como coautor), obras de dramaturgia y divulgación del saber gramatical a través de la columna El dardo en la palabra. No solo fue formador a través de sus libros escolares, por décadas y a varias generaciones, sino que dictó cátedra en las universidades de Salamanca, Autónoma de Madrid y Complutense, y fue profesor invitado en la Universidad de Heidelberg (Alemania), Texas, La Sorbona y Toulusse.
Como director de la Real Academia Española (1992-98), fue el gestor del primer sitio web, hoy portentoso, trazó el camino del proceso de digitalización, así como la creación de los bancos de datos informáticos CORDE (Corpus Diacrónico) y CREA (Corpus de referencia del español). Ocupaba desde 1972 el sillón R de la RAE.
La lengua se mueve en una permanente fluctuación entre la tradición y la neología, ponderaba. Ocurrió en la civilización grecolatina, en la que el griego flanqueaba por todos lados al latín.
Renegaba del purismo e intransigencia. La reflexión sobre la materia debe ser continua.
Celebro que la Escuela y Departamento de Español de la Universidad de Panamá me hayan permitido exponer aspectos sobre la intelectualidad y aportes de don Fernando, en el marco del Día del Idioma y el Festival Cervantino.
El autor es docente, periodista y filólogo

