Para Rodrigo Rey Rosa escribir ficción es soñar la realidad con los ojos abiertos y es la oportunidad de encontrarse consigo mismo. Desde la década de 1980, la literatura ha tomado el timón de su vida y ese barco imaginativo lo ha llevado de Guatemala a Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, España y Marruecos…, hasta llegar hoy día a Grecia.
Este guatemalteco, nacido en 1958, ejerce la escritura como un acto terapéutico, como un juego liberador. Esto queda demostrado en su nueva novela, Metempsicosis (Alfaguara), cuyo principio es autobiográfico porque el autor y el personaje protagónico tienen en común que son escritores y traductores latinoamericanos que desde principios de 2022 residen en Atenas, esa antigua ciudad que es la madre de la sociedad occidental moderna.
Se topó hace años con la palabra metempsicosis en un libro de Jorge Luis Borges sobre el alma de un maestro que regresa para comunicarse con un discípulo. En la novela tiene varios significados: la transfiguración de las almas, el proceso cuando cambias la forma de pensar sobre algo y cuando alguien experimenta una locura momentánea e inesperada.
Centroamérica Cuenta
Rodrigo Rey Rosa es uno de los invitados del festival literario Centroamérica Cuenta, que ocurrirá en Ciudad de Panamá del 22 al 26 de mayo de 2024.
El 25 de mayo, en el Teatro Nacional, Rey Rosa estará en dos actividades. A las 3:00 p.m., en la mesa redonda “La magia de los idiomas: los desafíos y vericuetos de la traducción” junto a Antonio Sáez Delgado (España), José Luis Peixoto (Portugal) y Luis Lezama Bárcenas (Honduras).
Su otra cita de ese sábado será a las 5:00 p.m. en la mesa redonda “Literatura y naturaleza”, en compañía de Emiliano Monge (México), Vanessa Londoño (Colombia), Gabriela Cabezón Cámara (Argentina) y Philippe Hunziker (Guatemala).
El domingo 26 de mayo, a las 6:00 p.m., en el Teatro Nacional, Rodrigo Rey Rosa estará con Horacio Castellanos Moya (El Salvador), Sergio Ramírez (Nicaragua) y Eyra Harbar (Panamá) en la mesa redonda “La ciudad como escenario”.
¿Qué te llevó a residir en Grecia?
El segundo confinamiento por el covid-19 tuve que pasarlo aquí en Atenas. Me gustó la vida en la ciudad, no muy cara, cercana al mar, llena de recuerdos o de alucinaciones de recuerdos, pseudorecuerdos. Decidí quedarme y resultó muy fácil.
¿Cuál fue el punto de partida de Metempsicosis?
Un encuentro fortuito y una conversación –o el intercambio de unas cuantas palabras- con un sin techo con aspecto de sofista clásico (un indigente vestido de sábana blanca es uno de los personajes de esta novela).
Metempsicosis es sobre el pasado que casi siempre retorna y los desbarajustes de la memoria. ¿Qué representan estos conceptos en ti?
Son simplemente parte del material con que está hecha la historia.
Pero claro, nuestro yo particular está hecho de recuerdos… y de pseudorecuerdos también.
Uno de los personajes sostiene que los grandes enemigos de los escritores no eran solo los tiranos o los banqueros sino también la tecnología informática. ¿Qué opinas?
Las aulas universitarias para las carreras humanísticas están bastantes vacías en muchas partes, y la demanda de instrucción tecnológica, sobre todo para la informática, va en ascenso en todas partes. Los jóvenes tienen más interés por la tecnología que por la literatura, naturalmente, porque con conocimientos tecnológicos es más fácil obtener trabajos bien pagados. Los profesores de letras ganan muy mal, como todos sabemos. Hay una serie de circunstancias que hace que la opinión de ese personaje no parezca descabellada.
Uno de los personajes de la novela comenzó su acercamiento a Grecia desde la poesía. ¿Qué poetas griegos te parecen fundamentales?
No conozco muy bien la poesía griega, aparte de los nombres obvios. Cavafis, Seferis, Rizzos… Pero un solo poeta es suficiente para hacerte querer entrar en su ámbito. La lectura de Cavafis fue lo que me hizo querer seguir explorando su lenguaje, que por cierto es un griego muy particular, muy personal, casi un invento suyo. Pero también la música popular me ayudó a acercarme al griego. Pienso en la rebética, que habla de emigrantes de Asia Menor a Grecia –después de la gran catástrofe de hace un siglo, cuando los griegos fueron expulsados de Turquía (y los turcos de Grecia, claro). La rebética cuenta en lenguaje popular las historias y conflictos de los desplazados, que se convierten en marginales y crean su propio submundo.
¿El arte de la creación narrativa es una especie de locura?
Todo arte puede serlo, o debe serlo en cierto sentido, desde el punto de vista de los “normales”—aunque creo que no existen los “normales normales”. Lo que llamamos normales suelen ser más bien reprimidos.
A Sócrates le gustaría encontrarse con Palamedes en el Hades. ¿A quién te gustaría encontrarte?
¡Con mucha gente! Cuánta gente querida que se nos ha ido de manera misteriosa, sin dejar explicación. Pero no me hago ilusiones. Con los muertos hay que comunicarse como con los libros o los oráculos, sin esperar respuestas directas.
Uno de los personajes, Rupert Ranke, se convirtió en escritor tras leer las novelas de Karl May. ¿Cómo fue en tu caso?
May fue también un inicio, para mí; lo leí mucho de adolescente. Pero fue Borges quien me decidió a probar suerte escribiendo.
¿Qué determina si un día el escribir te hace feliz y al otro día te hace infeliz?
Jaja. Creo que solo te hace feliz si crees que vas por el camino acertado. Cuando creo que he escrito algo que no servirá para nada, que no dejará ningún recuerdo, suelo destruirlo. Eso puede entristecer, pero también, luego, liberarte.
En Metempsicosis desarrollas algo que entendemos en Centroamérica: las migraciones humanas. ¿Qué sientes cuando lees noticias sobre los miles de centroamericanos que a pie buscan el sueño americano?
Me gustaría conocer mejor los pormenores de tantas de esas travesías. Es un capítulo de nuestra historia contemporánea cuya importancia todavía no creo que comprendamos completamente. Pero es un fenómeno que está transformando el mundo, y luego no habrá marcha atrás.
¿Qué representa para Centroamérica Cuenta llegar a un nuevo destino como Panamá?
Supongo que significa haber hallado un nuevo puerto, y eso es muy bueno, especialmente en los tiempos que corren. Yo asocio a Panamá con el mar, sobre todo. Con el Darién, por donde navegué alguna vez, en panga, llegando desde la costa del Chocó. Y con la música, claro, la parranda.


