La historia, si tuviese un color, sería el gris, el color del equilibrio a la hora de enfrentar los hechos históricos: nadie es tan bueno ni tan malo y nadie tiene la absoluta posesión de la verdad, aunque tengamos el deber de examinarlos y el derecho a interpretarlos. La policromía en la mirada del observador no significa mayor capacidad de juicio, puede ser síntoma de subjetividad tendenciosa, al igual que el gris puede indicar inmovilismo o cobardía interpretativa. Así las cosas, el que busca los hechos y los interpreta, debe aspirar a la “difícil objetividad”.
Wendy Tribaldos (Panamá, 1970) se enfrenta al que seguramente es uno de los hechos de nuestra historia más conocidos, tergiversados y mejor deconstruidos hasta su casi olvido: el 9 de enero de 1964. Y lo hace con un libro que ahora se reedita, ampliado y abierto para todos los que quieran considerar este suceso desde la ya mencionada “difícil objetividad”: El 9 de enero de 1964: Lo que no me contaron, una búsqueda de las razones y circunstancias que se dieron para que un grupo de jóvenes cambiara el rumbo de nuestra historia.
La autora, con un lenguaje cercano y ágil, advierte ya en las páginas 12 y 13 que “es indudable que el prisma del negativismo histórico ha permeado mucho de lo dicho y escrito en Panamá sobre los eventos de enero de 1964″, y que “no existe hoy una necesidad pragmática de mantener viva una narrativa mitificada. Tal vez para algunos sea más fácil o conveniente perpetuarla, pero no le hacemos un favor a la patria cuando su historia se presenta glorificada, simplificada y hasta tergiversada”, y añade: “Este trabajo investigativo está marcado por una clara intencionalidad de evitar hipérboles que se crearon en su momento, amparadas en la conveniencia de la consecución de una meta nacional. Por ende, el texto incorpora tanto la óptica norteamericana como la panameña, que nos revela un camino factual entintado de grises”.
Uno de los valores del libro es la cronología de los hechos que hace la autora. Apoyada en documentos de la época, fotos, videos y audios, narra al detalle cómo se desarrollaron los acontecimientos. Ya este solo ejercicio de construcción cronológica revela matices, derrota mitos y coloca a los actores en su lugar exacto. No hay sesgo interpretativo; los hechos se presentan ordenados desde sus fuentes con rigor. Mantener o no la “narrativa mitificada”, es cuestión de la paleta de colores que el lector quiera darle, pero como ya citamos, “no le hacemos un favor a la patria cuando su historia se presenta glorificada, simplificada y hasta tergiversada”.
Otro de los valores del libro es su extensa bibliografía y el índice de material audiovisual al que nos remite. Aprendemos, nada más empezar, que estos sucesos no se generan en las instituciones, que nacen del goteo de la injusticia y soberbia estadounidense que se fue acumulando con el tiempo, y que caló en la mente de los estudiantes, que siguieron el llamado de la conciencia nacional que estaba en muchos panameños. Luego los hechos fueron tergiversados y usados en favor de una ideología de la cual debemos rescatarlos, y podemos hacerlo siguiendo esta excelente oportunidad bibliográfica.
La autora cierra la obra con un capítulo aleccionador: “La memoria perdida… y reinventada”, en el cual nos plantea las posibles razones por las que hemos ido consintiendo con el olvido de estos hechos. Un texto que expone motivos, que plantea reflexiones y que creo puede ser el punto de partida de la misma discusión sobre nuestra historia en general, enferma del mismo desinterés. Nos hemos embarcado como país en una silenciosa pero muy bien estructurada desmemoria histórica que va a llevarnos a un revisionismo ideológico, siempre falso, novelesco y sesgado, sobre cómo hemos llegado hasta aquí y hacia dónde vamos.
Recomiendo la lectura de este libro excelente, que va a traer mucha luz y va a desbaratar muchos mitos que seguimos sosteniendo sobre el 9 de enero. Y no hay excusa para no leerlo: es gratis, búsquenlo por internet. Ojalá tomemos como sociedad la senda de los hechos y reencontremos la memoria que, “sin querer queriendo”, hemos ido perdiendo por el camino de la desidia.
El autor es escritor